El pueblo de cuento a dos horas de Euskadi
Salies-de-Beárn (Francia) ·
Casas de madera y la leyenda del jabalí que descubrió la sal dan un aire bucólico a este municipio del Pirineo AtlánticoCuenta la leyenda que un jabalí tiene mucho que ver con el origen de Salies-de Beárn, localidad francesa al otro lado de los Pirineos ... y muy cercana a Pau a la que desde Euskadi se puede llegar en no más de dos horas. El cerdo salvaje había sido herido por el vizconde Gaston Febus durante una cacería por sus tierras y fue a morir junto a un manantial. Al llegar allí sus perseguidores observaron cómo entre su pelaje el agua había dejado unas bolas de sal. Descubrieron así que en el subsuelo de aquel paraje se escondía uno de los mayores tesoros.
No en vano, buena parte de la historia de este municipio va de la mano del principal de todos los condimentos de la cocina. De ahí que hasta cuente con un museo de la sal. «De no morir yo allí, nadie viviría aquí», reza la leyenda que habría sido el último pensamiento del jabalí. Aunque hay constancia del uso de estas salinas desde el siglo XI al XVI, fue el 11 de noviembre de 1587 cuando se instauró un sistema organizado de extracción de la sal en esta zona. En la actualidad hay 500 salineros con capacidad para trabajar este material. Se llaman 'Parts-Prenants'.
Detrás de esta historia -ampliamente 'explotada' por sus vecinos que han erigido una fuente en honor a este animal e incluso recrean en una escultura su féretro junto al Ayuntamiento- lo que se esconde en un coqueto pueblo turístico con edificios de cuento. Evidentemente la sal es uno de sus principales atractivos para el visitante, porque no solo le dedica un museo, sino que también dispone de unas famosas termas de agua salada, a las que en el siglo XVIII solía ir la aristocracia española. La arquitectura de estos baños y el templete para música junto a su explanada de entrada recuerdan a latitudes lejanas, más cercanas al oriente o a Andalucía.
El centro histórico es realmente encantador con pintorescas calles, plazas y edificios con entramados de madera que invitan a pasear y explorar. Las casas de arquitectura tradicional contrastan con grandes hoteles de estilo parisino o el casino de inspiración oriental.
Porque realmente esta localidad parece dividida en dos. A un lado, el distrito más antiguo, con la forma de una concha de caracol, se envuelve alrededor del manantial salado. allí, el viajero podrá descubrir hermosas casas típicas de los siglos XVII y XVIII, estrechas calles llenas de flores, con, en el recodo de una de ellas, el Museo de la Sal y las Tradiciones del Bearn. A pocos pasos, el barrio termal ofrece un aspecto completamente distinto. Es una inmersión en la Belle Époque.

De Pau a Orthez
El recorrido bien se puede hacer en unas horas y disfrutar en sus terrazas en días de buen tiempo. Aunque si se disfruta de todo un fin de semana, es recomendable desplazarse apenas unos kilómetros hasta Sauveterre-de-Béarn, un enclave fortificado que tuvo su gran papel en la defensa de la frontera entre España y Francia. La ciudad conserva su encanto medieval con sus murallas, puentes históricos y edificios bien conservados, sus pintorescas calles empedradas y su atmósfera tranquila. Destaca sobre todo el puente fortificado sobre el río Gave d'Oloron, que ofrece una vista impresionante, y la iglesia de Saint-André, ejemplo del estilo románico del siglo XII.
Y si se dispone de ganas y tiempo el recorrido se puede estirar hasta Pau y su imponente castillo, hasta Oloron-Sainte-Marie o hasta Orthez. Todo a no más de dos horas de Euskadi y con un turismo moderado, que a estas alturas se agradece.
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