La montaña con acento vasco del corazón de los Pirineos

El nombre de Luz Ardiden les sonará familiar. En invierno, es el destino habitual de los vascos que acuden a esquiar a los Pirineos. En verano, se reconvierte en lugar de peregrinaje de cicloturistas. Especialmente de aquellos devotos o simpatizantes del color naranja que hace casi un cuarto de siglo instalaron aquella revirada ascensión del Tour de Francia en lo más profundo de su memoria. En 2001, Roberto Laiseka logró la primera victoria del Euskaltel Euskadi en la Grande Boucle en la edición del debut del conjunto euskaldun. Un recuerdo imborrable. Diez años después, otro. El último. Samuel Sánchez levantaba los brazos con rabia con el letrero del que parten los remontes al fondo. Ese último giro hacia la gloria aún pone los pelos de punta.

Luz-St. Sauveur es un centro neurálgico para ciclistas. Desde allí parten subidas como el Col de Tentes, los circos de Gavarnie y Troumouse, el Tourmalet... y Luz Ardiden. Sin nada que envidiar al gran icono de los Pirineos más allá de su indudable mística. El inicio es cómodo y sirve como mirador del pueblo. Antes de atravesar el municipio de Sazos llegarán las primeras curvas de herradura y después el tramo más duro del puerto. Nunca por encima del 12%, pero sostenido durante cinco kilómetros. La media docena finales son más suaves sobre un asfalto impecable y un tráfico escaso. No se dejen engañar por la foto (últimos cuatro kilómetros). La subida tiene muchas sombras.Se agradece en verano en los Pirineos.