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Lugares de vida y muerte de emperatrices, reinas y princesas

Lugares de vida y muerte de emperatrices, reinas y princesas

Algunos palacios, templos o espacios icónicos de nuestro entorno están marcados por su relación con damas de sangre azul

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Jueves, 3 de noviembre 2022, 19:24

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Entre reinas, emperatrices y princesas anda el juego y nos remontamos siglos atrás para repasar los azares de mujeres distinguidas con títulos que han dejado huella histórica en el paisaje. Aquí va cinco planes para organizar excursiones y aprender algo de cultura general, que siempre viene bien a monarcas y plebeyos.

Gautegiz Arteaga

Eugenia de Montijo

Escalera en espiral de la torre.
Escalera en espiral de la torre. Ignacio SantamarÍa

Debemos referirnos a Eugenia de Montijo, esposa de Napoleón III, vamos, la emperatriz consorte. Dicen que la granadina encandiló con su belleza al galo, que la perseguía desde la primera vez coincidieron. El sobrino-nieto del primer emperador Bonaparte se había enamorado de la inteligencia de aquella aristócrata española, educada, católica y muy activa a la hora de ofrecer sus opiniones. Corría 1856 cuando la torre de Arteaga, propiedad de Eugenia, se unió para siempre – al menos en cuanto a su historia se refiere– al nombramiento de Eugenio Bonaparte, hijo de ambos, como vizcaíno de 'honor' por parte de las Juntas Generales.

El proyecto para la recuperación del castillo se encargó al arquitecto francés de los Sitios Imperiales, Couvrechet, y a su muerte a Ancelet, también arquitecto de la Casa Real de Francia. Nacía así, junto a la ría de Gernika, en Urdaibai, un palacio neomedieval con torreón neogótico –hoy hotel y restaurante– inspirado en la arquitectura gótica, muy influido por el romanticismo, de ahí ese aspecto de edificio de cuento.

Laguardia

Santa María de los Reyes

Una iglesia, la de Santa María de los Reyes, fue la base de la relación entre la reina Leonor de Trastámara con Laguardia. Su atrio acogía el pórtico gótico donde artesanos anónimos labraron detallistas pasajes de la Biblia. Carlos III de Navarra encargó ese tesoro, que visitaba con su mujer. La villa fue una de las fortalezas esenciales para el reino navarro, por eso el séquito real paraba allí con frecuencia. Por esas calles paseó la reina, hija de Enrique II de Trastámara, rey de Castilla, y de Juana Manuel. Su matrimonio fue, cómo no, fruto de un acuerdo.

En ese momento él era el heredero de Navarra y ella, una princesa castellana. Su dote, muy elevada, funcionaba como compensación por las devoluciones que Navarra tenía que efectuar a Castilla en virtud del laudo. El pórtico del templo, en piedra tallada, corresponde a fines del siglo XIV, aunque su policromía es del XVII. Cuenta con arco gótico muy apuntado que forma cinco arquivoltas profusas en decoración.

Covarrubias (Burgos)

La princesa vikinga

Casas sobre arcos de la villa medieval.
Casas sobre arcos de la villa medieval.

Fueron obras de remodelación en la gótica colegiata de San Cosme y San Damián de Covarrubias, en 1958, las que sacaron a la luz un sepulcro del medievo. Dentro encontraron los restos de una mujer alta y de elegantes ropajes, yacente junto a un pergamino con versos de amor. Su nombre: Cristina de Noruega, hija del rey Haakon IV. Siglos atrás, en 1257, había embarcado hacia Castilla. El viaje de la infanta vikinga tuvo que ver con las aspiraciones a ostentar el título de emperador del Sacro Imperio Romano de Alfonso X.

Para lograrlo fomentó el apoyo en los reinos del norte, por eso el rey noruego envió a Kristina Håkonsdatter, de 23 años, para casarla con alguno de los hermanos del monarca. Ella podría elegir a cuál de los cuatro pretendientes prefería. Se decidió por Felipe que, a sus 26 años, no había sido educado para la guerra ni la política sino para la literatura, la teología y la historia.

Prendado de la mujer rubia cuyos ojos recordaban al mar, le escribió los versos hallados en la colegiata. A pesar de esa devoción, la princesa nunca se adaptó al clima de Sevilla, donde se instalaron. Echaba de menos los bosques nevados de su país. Tras cuatro años, enfermó de fiebres y murió. Antes había hecho prometer a su marido construir una capilla en honor a San Olav, patrón de Noruega, pero el viudo no cumplió su palabra e instaló a la fallecida en un sepulcro de piedra de la colegiata. En el siglo XXI se levantaría la ermita de San Olav en Covarrubias, sobre un prado a tres kilómetros de la Colegiata.

Irun

La isla de los faisanes

ARIZMENDI

Que las princesas sirvieron para crear alianzas lo sabemos todos. El mercadeo de jóvenes casaderas funcionaba de perlas a los reinos. La isla de los Faisanes, sobre las aguas del Bidasoa, sirvió como terreno neutral para entregar a las futuras novias. Sucedió en 1615, con Isabel de Borbón, cedida a Felipe IV, y con Ana de Austria, cedida a Luis XIII. También con María Teresa de Austria, concedida a Luis XIV. Ninguna tuvo una vida fácil. De los ocho hijos que dio a luz Isabel, solo sobrevivieron dos. Su esposo Felipe IV, en cambio, engendró 37 bastardos.

A Ana le tocó en gracia un Luis XIII homosexual, según dicen, y aunque ella ejerció su labor como regente durante la minoría de Luis XI, no se ha destacado esta faceta. Sí se habló de su posible aventura con el duque de Buckingham y su enemistad con Richelieu, que inspiraron a Alejandro Dumas para su saga de los mosqueteros. Queda María Teresa, a quien cegó el brillo de su marido, el Rey Sol. De seis niños, salió adelante solo uno.

Para acercarse al islote entre Irun y Hendaya apúntate a la excursión de las marismas del Bidasoa. Una hora en barco y otra a pie por las marismas de Hondarribia. Recuerda que los escasos 3.000 metros cuadrados del islote vivieron también la cesión de Mariana Victoria de Borbón Farnesio, de 4 años, al futuro Luis XV, de 11. Y en el mismo pack, la de Luisa Isabel de Orleans, hija del regente Felipe II de Orleans, al infante Luis. Nada salió bien: Mariana fue devuelta con 11 años –su futuro marido había encontrado mejor compañía–, lo que causó el retorno de Luisa Isabel, viuda y con trastorno de personalidad.

San Sebastián

El hogar de María Cristina

Vistas desde el jardín.
Vistas desde el jardín. luis Michelena

María Cristina de Habsburgo-Lorena, que además se llamaba Enriqueta, Felicidad, Deseada y Raniero, encargó el edificio que luce frente a la bahía de La Concha. Pasó los últimos veinte años de su vida entre las habitaciones del Palacio Real de Madrid y las de Miramar, que consideraba su hogar. La archiduquesa de Austria, reina de España y regente durante la minoría de edad de su hijo Alfonso XIII, dominaba varios idiomas, cultivaba las Ciencias Políticas y Económicas y era, aseguran, una gran pianista.

«Al quedar viudo Alfonso XII de María de las Mercedes de Orleans, Cánovas aconsejó el segundo matrimonio del rey con una Habsburgo. Se trató de un matrimonio de Estado, pero para la joven archiduquesa se convirtió en uno de amor, afectado por las infidelidades del rey», aseguran desde la Real Academia de la Historia. Otra reina, Isabel II, había comenzado a veranear en la capital guipuzcoana desde mediados del siglo XIX. Tras enviudar María Cristina trasladó los veraneos de la Corte a San Sebastián.

El inmueble lo diseñó el arquitecto inglés Selden Wornum en los terrenos del monasterio de San Sebastián El Antiguo. El maestro José Goicoa se encargaría de la construcción en estilo inglés con elementos neogóticos. Contaba con caballerizas, casa de oficios, cocheras y un parque y se acabó en 1893.

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