GPS | Paisajes con alma

La laguna legendaria de Arbeiza

Valle de Allín (Navarra) ·

Jueves, 13 de noviembre 2025, 21:02

Valle de Allín en Navarra. A los vecinos de Arbeiza les llaman «brujos». ¿Saben por qué? Cerca de Arbeiza el río Ega marcha plácido, serpenteando ... entre tierras de pan traer, y el castillo de Monjardín asoma encaramado sobre el horizonte que dibuja el mirador de Sarnabiaga. Discretamente, entre carrizos que dibujan casi un círculo perfecto, se esconde de las miradas una balsa o laguna y solo el murmullo del cercano tránsito del Ega rompe su silencio.

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Cuentan que en ese círculo ocupado ahora por el agua hubo antaño un palacio habitado por una rica familia. Pero el señor terminó acumulando poder y riquezas a la vez que aumentaba su mal humor y era cada día más aborrecido por sus vecinos. Al parecer, el mal carácter del señor del palacio se debía a la fatal pérdida de su joven esposa, aunque convivía con sus dos hijas; una de ellas tan fea y malhumorada como el padre, la otra heredera de la belleza y encanto de la madre.

Sucedió que llegó a la comarca una época de hambruna y en el palacio se acumulaba trigo y ganado mientras las gentes pasaban necesidad. Cuando los vecinos fueron a pedir ayuda les respondieron con muros más altos y desprecio. Pero resultó que uno de los mendigos que llegó no era tal sino un enviado del cielo que previno a la buena joven y su criado para que huyeran. Así hicieron al caer la tarde, partiendo camino de Iguzkiza, el pueblo vecino, mientras se desataba en el cielo una espantosa tormenta que arrasó el palacio y todas sus tierras. A la mañana siguiente donde había mansión solo quedaba una charca y así sigue.

Quizás por existir esa laguna legendaria se reunían en Arbeiza brujas y brujos, endemoniados de toda índole, reos y quienes se sentían poseídos por algún maleficio. Pero lo hacían para que les librase de ellos la Virgen del Rosario, que desde siempre llamaron de los Conjuros. Llegaban peregrinos desde toda la periferia al que en todo el norte peninsular se había convertido en el principal santuario contra el mal de ojo, las maldiciones, la locura y hasta las enfermedades raras.

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Lo recogió con claridad el vecino de Villamayor de Monjardín, Carmelo San Martín Gil, en un libro que tituló 'Virgen de los Conjuros de Arbeiza. Leyendas y milagros'. Allí nos explica Carmelo que los conjuros se realizaban ente el altar de la Virgen, tras haber asistido los enfermos y sus acompañantes a una solemne misa. El sacerdote proclamaba los conjuros y recitales que requería el exorcismo y así libraba de maleficios y demonios a quien los padecía. Era frecuente también que se frotasen los pies o el rostro de la imagen con prendas o pañuelos para cubrir las partes enfermas o la cabeza de quien se sentía poseído por algún mal extraño. Las enfermedades sin causalidad conocida y todo aquello que parecía raro a los ojos del común podían así ser vencidos.

En Arbeiza se sostienen aún las leyendas, las de la laguna y también las de las brujas que rodeaban el templo para impedir que los conjuros llegaran a buen término. Y parece que todo se debió a la fama que cogieron los exorcismos que un cura realizaba en Arbeiza en el siglo XVII. Abrigada por un bosquete de carrascas y en el centro de un campo que siembran de cereal cada año, la balsa de Arbeiza sigue sosteniendo su leyenda paralela a esa que la Virgen del Rosario guarda con sus conjuros en el retablo de la parroquial de San Martín Obispo.

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