Gumiel de Izán (Burgos): Más que 'la Petra de Castilla'

He recordado aquella conversación estos días, cuando la iglesia gomellana se ha convertido en un fenómeno viral tras la publicación de un reportaje en National Geografic, firmado por la periodista especializada en viajes Meritxell Batlle en la primera semana del pasado mes de octubre, en el que la autora la comparaba con el complejo arqueológico de Petra, en el desierto de Jordania. La localidad se ha llenado de periodistas y turistas, que han alterado la agenda de su alcalde, Jesús Briones, y de su párroco, Pedro Juanes, obligados a un maridaje inapelable para restaurar este templo grandioso con aires de colegiata.

El templo gomellano no está excavado en la propia roca en un callejón angosto, pero sí es verdad que tiene un cierto parecido con la fachada de Al Khazneh (el Tesoro) de la joya nabatea, una de las siete maravillas del mundo. La escalinata imperial y la balustrada colocan al visitante ante una pared barroca y renacentista de tres cuerpos y tres calles con columnas corintias y varias hornacinas, algunas vacías. Deslumbra la piel que la cubre, de piedra amarillenta, que cambia de color a medida que avanza el día. He fotografiado una y mil veces esa fachada, primero con la luz del amanecer, luego con la luz cenital en su punto más alto y más tarde con la luz cálida del crepúsculo vespertino. Y siempre me ha parecido una fachada distinta, una fachada que embruja y te deja sin aliento. Está rematada junto a unas llaves y una tiara pontificia, visibles desde la Plaza Mayor.

El asentamiento jordano de Petra está enclavado en las antiguas rutas de las caravanas que transportaban incienso y especias. Gumiel se levanta junto a la autovía A-1 (antes la carretera partía el pueblo en dos mitades), y la comarca de la Ribera cuenta con productos tan apreciados como son el vino y el lechazo. Ambos son encrucijadas de caminos: el uno entre Egipto, Siria y Arabaia hace miles de años, y el otro entre el Norte y Madrid en la edad moderna. Gumiel no pretende rivalizar con el complejo arqueológico, que el año pasado recibió a 900.000 visitantes; los 2.500 que ha atendido el pasado puente de la Inmaculada son ya todo un récord para esta localidad de 580 habitantes en invierno.

Merece la pena cruzar la pesada puerta del templo (antes tenía tres) para admirar el retablo realizado en nogal y con relieves policromados y dorados, atribuido a la escuela de Felipe Bigarny, que se culmina con la Coronación de la Virgen. Fragmentos de esta portada tardogótica se han exhibido en varias de las ediciones de Las Edades del Hombre. La iglesia está plagada de obras de arte. En el museo de la sacristía y en las arcadas del templo se exhiben capiteles del antiguo monasterio de San Pedro, una Biblia de 1559 y una colección de relicarios, así como pinturas y tallas desde el siglo XII al XVIII. También una cajonería de nogal con decoración plateresca. Todo un reclamo para ladrones como 'Erik el belga', conocido saqueador de recintos sagrados, que en 1975 logró apoderarse de varias tablas flamencas. También hay un órgano del siglo XVIII que merece un arreglo a fondo.

Junto al retablo de la Soledad se encuentra el sepulcro de fray Diego de Velázquez, un político con sotana como le han bautizado algunos historiadores, primer caballero y cofundador de la poderosa Orden de Calatrava, que fue enterrado en el ya desaparecido cenobio cisterciense de San Pedro. También destaca el altar dedicado a Santo Domingo de Guzmán, nacido en la localidad cercana de Caleruega, pero que se formó en Gumiel desde los 7 a los 14 años bajo la tutela de su tío materno, el arcipreste Gonzalo de Aza. Hay una ruta para senderistas que recorre los pasos del líder de la orden de los predicadores (dominicos) en esta comarca.

Pero seríamos injustos si sólo nos quedáramos con esa comparación con la ciudadela nabatea. Gumiel de Izán, un nombre en el que se mezclan elementos mozárabes y vasconavarros, es un enclave en el que se sedimentan las culturas romana, goda, musulmana y cristiana. Lo atestiguan restos como el antiguo castillo o la puerta de los Mesones, la única que sigue en pie de las cinco que tuvo la villa medieval. Todavía se conservan casas de adobe y vigas de madera en espacios asoportalados con más de 300 cavas (cuevas) particulares. También tuvo cinco molinos harineros y ocho ermitas, de las que siguen en pie cuatro: San Antonio, el Cristo de Reveche (románica), la Virgen del Río (patrona del pueblo) y San Roque, donde se bendicen los primeros racimos de la vendimia. El Ayuntamiento, además, ha recuperado los manantiales, adecentando las fuentes, una ruta de enorme valor paisajístico.

En un territorio de cereales y viñedos no pueden faltar las bodegas. Hay varias asentadas en Gumiel de Izán, como Portia, diseñada por el arquitecto Norman Foster (el autor de los 'fosteritos' del metro de Bilbao), o Abadía San Quirce, que elabora un vino espectacular con cepas muy viejas de la variedad tinta fina. También las hay en los pueblos de los alrededores. La visita a Gumiel se puede combinar con Caleruega, Aranda de Duero (a 12 kilómetros) y comer en Casa Simón, Peñaranda, Quintana del Pidio y la Aguilera (en el monasterio de San Pedro Regalado las monjas contemplativas de Iesu Communio elaboran unos dulces exquisitos). Arquitectura sagrada y cultura del vino.