La Cueva de los Hombres Verdes
Illamayor de Monjardín (Navarra) ·
Apenas un oquedad escondida entre los matorrales de una insulsa ladera en la colina de Auza, en el término navarro de Villamayor de Monjardín. Eso ... es la Cueva de los Verdes. Le dijeron cuando fue investigada en la excavación de 1958 la Cueva de los Hombres Verdes pero ahora, por si acaso y para que el lenguaje no sea discriminatorio en género, es la 'Cueva de los Verdes'. Pues no es de hombres verdes pero tampoco es una cueva. Es una vieja mina, probablemente ya explotada en el Eneolítico o Edad del Cobre, hace más de dos mil años, donde se arrancaron entre las fisuras de la piedra arenisca que aflora entre tierras sorprendentemente rojizas pequeños nódulos de cobre nativo, cobre que nunca fundieron los mineros sino que tal como lo sacaban de la naturaleza era machacado o martilleado para formar piezas de ajuares o herramientas.
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Sacado el cobre por los Eneolíticos, alguien más vino después a utilizar aquella oquedad como cementerio. No mucho más tarde, en la Edad del Bronce o al principio de la del Hierro, en un abanico de mil años en adelante, se llevaron allí a casi una treintena de muertos convirtiendo la mina en un sepulcro. «El covacho sepulcral se halla situado a la derecha de la carretera que enlaza Urbiola con Ancín, a cosa de un kilómetro de la primera población. No se trata de una cueva propiamente dicha sino de una simple hendidura en un afloramiento de rocas con filones de carbonatos de cobre (azurita)...», escribió tras su excavación el experto Juan Maluquer de Motes que terminó describiendo el lugar como una cripta. Corría ya 1958 y para entonces los mineros modernos habían removido sin piedad piedras y huesos en busca del preciado mineral de cobre y pudieron ver que todos los restos óseos estaban teñidos de verde. Desde entonces aquella fue la «cueva de los hombres verdes».
El tiempo y las filtraciones del mineral sobre el yacimiento habían pintado de color todos los huesos. Lo mejor es leer el informe que titulado 'Restos humanos de la cueva de los hombres verdes en Urbiola (Navarra)' escribe el equipo que los analizó en 1959. Nos habla de caries dentales, de un cráneo trepanado, de mandíbulas pequeñas, de morfologías craneales mediterráneas, armenoides y alpinoides. Entre los huesos y algunas cerámicas se reconocen 22 cráneos de adultos, cinco juveniles y cuatro de fetos o recién nacidos.
Que se utilizara aquella cavidad minera como sepulcro abre muchas preguntas. ¿Dónde vivían aquellas gentes? ¿A qué se dedicaban? ¿Eran simplemente buscadores de minerales? ¿Acaso acabaron allí porque tenían como santuario simbólico el paraje que se enfrenta a la colina de Auza?
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Porque, un poco más allá, arrumbando hacia Ancín y en las laderas de Otxandibar, se elevan al cielo unas rocas caprichosas: la peculiar Peña del Agujero y la Peña Ancha. Quien le ponga imaginación podrá encontrar allí no pocas pareidolias además de sobrada belleza natural.
Quizás los verdes lo único que buscaban allí aparte del cobre era un escenario ideal para ver ponerse el sol cada tarde.
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