Apenas llegada al cargo, la nueva primera ministra japonesa, Sanae Takaichi, ha desatado su primera gran crisis internacional. Y dificilmente podría ser con otro país ... que no fuera su vecina China, por otra parte, su principal socio comercial. La disputa entre China y Japón tiene su origen en unas declaraciones de Takaichi sobre Taiwán, su excolonia entre 1895 y 1945. En la Dieta o parlamento, Taikichi sugirió que un bloqueo chino de Taiwán que involucre buques de guerra podría constituir una «situación que amenace la supervivencia», permitiendo potencialmente a las Fuerzas de Autodefensa de Japón actuar bajo sus leyes de seguridad de 2015. China reaccionó de forma fulminante y con la virulencia previsible.
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Un punto crucial del conflicto es la discrepancia fundamental entre la interpretación que ambas partes hacen de dichas declaraciones. Para China, sus comentarios, que vinculaban públicamente una crisis en el Estrecho de Taiwán con el posible despliegue de tropas japonesas, se apartaron de décadas de ambigüedad estratégica. Tokio, por el contrario, sostiene que su respuesta a una pregunta hipotética no modificó su postura.
El exprimer ministro japonés Shinzo Abe, mentor político de Takaichi, describió en 2015 a Taiwán como «un socio importante y un amigo valioso de Japón», lo que impulsó una mejora crucial en las relaciones entre Taiwán y Japón. Ese mismo año, su gobierno aprobó una legislación de seguridad que permitía a sus fuerzas armadas participar en una autodefensa colectiva limitada ante una amenaza clara a la supervivencia de Japón.
Esa intervención de Takaichi bien merece una contextualización mayor. Su administración pretende revisar en 2026 los tres documentos de seguridad fundamentales de Japón, acelerar las reformas del sistema de defensa, ampliar la I+D de equipos de defensa, flexibilizar las normas de exportación y alcanzar su objetivo de aumentar el gasto de defensa al dos por ciento del PIB.
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La estrategia de seguridad de Japón también apunta a fortalecer la coordinación de la primera cadena de islas con Estados Unidos y expandir la cooperación en seguridad con Corea del Sur, Filipinas, Australia, las naciones del Sudeste Asiático, la UE y la OTAN como parte de un esfuerzo más amplio para construir una red de defensa colectiva regional.
China dice estar preocupada por las declaraciones pero, sobre todo, por el contexto que insinúa. Pekín va subiendo escalones en la crítica a Tokio, siguiendo el guión diplomático y con llamamientos a la suspensión del turismo, etc., y también medidas de orden económico, por el momento de relativo escaso impacto. Un gran número de turistas chinos ya no eligen Japón como destino de vacaciones. Esto ha causado pérdidas significativas a la industria turística japonesa. El sector automovilístico también se ha visto afectado. Se espera que Pekín mantenga y eleve la presión mientras que Japón muestra pocas señales de dar marcha atrás.
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La alerta sobre el resurgimiento del militarismo nipón, de trágica memoria en China y otros países de la región, tiene otro cariz y recuerda el programa de Abe de hacer de Japón «un país normal»; es decir, emancipado de las restricciones impuestas tras la derrota en la Segunda Guerra Mundial. Claro que este tono conflictivo puede servir para desviar la atención de otros problemas -en ambos casos-, pero el temor a un enfrentamiento geopolítico desestabilizador para toda la región preocupa en cada vez más capitales. Los crímenes cometidos por Japón en guerras pasadas están relacionados con sus tradiciones militaristas. Si estas resurgieran, supondría un desastre. Y no es descartable que ocurra.
En Japón, los críticos con el gobierno rechazan las afirmaciones de que la actual expansión militar es para «proteger» el país, significando que, en realidad, es «para proteger al ejército estadounidense». Por su parte, en el aludido Taiwán, el soberanismo ha celebrado las palabras de Takaichi y animado las expresiones de solidaridad material con Tokio. Por contra, el unionismo habla de grave imprudencia.
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No está claro dónde está la salida de esta crisis. Takaichi reitera que la posición de Tokio sobre Taiwán «no ha cambiado» y que Japón «desea mantener relaciones constructivas con China». No obstante, su comentario podría interpretarse como una liquidación de facto de la ambigüedad estratégica que Estados Unidos y sus aliados, incluido Japón, aplican a Taiwán. Doblando la apuesta, el ministro de Defensa japonés anunció el pronto despliegue de misiles en la isla de Yonaguni, situada a unos cien kilómetros de Taiwán. Mientras, los líderes de Pekín multiplican las advertencias a quienes no han comprendido la vital importancia de la cuestión de Taiwán para China, ni son conscientes de las graves consecuencias que tales errores de juicio podrían acarrear.
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