Me ha costado veinte años escribir 'La mecánica del exterminio'. Estudiar un episodio de genocidio es caminar entre las ruinas de la dignidad humana y ... mirar de frente la brutal capacidad de nuestra especie para destruir a su prójimo.
Conmemoramos en mayo la liberación de la mayor parte de los campos, entre ellos el de Mauthausen, liberado el 5 de mayo por la 11ª División Acorazada del Tercer Ejército de EE UU. Hay quien aún defiende que Mauthausen no era un campo de exterminio como Bełżec o Sobibór, sino de concentración. No estoy de acuerdo.
El Plan General del Este contemplaba la eliminación sistemática de 31 millones de personas en treinta años, fundamentalmente judíos. Sobre el papel, este anteproyecto de genocidio exigía el asesinato de más de un millón de personas al año, aproximadamente 83.333 individuos al mes, 2.739 al día. Erhard Wetzel, miembro de la Oficina de Política Racial del partido nazi, estimó con relativa precisión que no era suficiente; según él había que exterminar entre 46 y 51 millones de personas durante tres décadas, lo que significaba matar diariamente entre 4.200 a 4.657 personas. Cualquier cálculo sobre la efectividad y sostenibilidad de los métodos y sistemas de ejecución debía medirse por ese rasero.
Para ejecutar el plan se creó una vasta red de campos, el Universo KL, que llegó a contar con más de 44.000 instalaciones penitenciarias, la inmensa mayoría campos de concentración.
El estallido de la Segunda Guerra Mundial elevó el número de víctimas mortales de forma exponencial, fundamentalmente tras el inicio de la Operación Barbarroja en junio de 1941. La práctica diaria y los problemas logísticos de las operaciones de exterminio ofrecieron un primer saldo: entre junio y diciembre de 1941, las unidades Einsatzgruppen de las SS habían perpetrado un mínimo de 229.000 ejecuciones en la región báltica, sobre todo con arma de fuego. Los mandos estaban satisfechos. Sin embargo, la media estaba muy lejos del objetivo de 4.000 personas al día.
La irrupción del secretario de Estado del Ministerio de Alimentación y Agricultura Herbert Backe en escena cambió radicalmente la perspectiva y la dinámica del Holocausto. Este personaje adujo que un sistema más eficaz de ejecución había permitido eliminar a casi 2 millones de prisioneros de guerra soviéticos en el mismo tiempo. Backe demostró más allá de toda duda que ejecutar por hambre y frío era mucho más efectivo que hacerlo mediante arma de fuego.
Las SS desplegaron de inmediato un sistema de campos 'ad hoc'. Entre la primavera de 1933 y la primavera de 1945, más de 17 millones de personas fueron asesinadas en esta red de centros penitenciarios; 1,4 millones de muertes al año durante doce años, o aproximadamente 3.800 personas al día. Sin embargo, a mediados de marzo de 1942, cerca del 85% de las víctimas del Holocausto estaban aún vivas. La muerte por un cóctel de inanición, extenuación y enfermedad elevaría la tasa de mortalidad de los campos exponencialmente: una media de 4,5 millones de personas fueron asesinadas anualmente entre 1942 y 1945, unas 12.000 al día. Y el sistema demostró ser perfectamente sostenible.
Pero el infierno se revela en el detalle: solo cuando nos adentramos en los entresijos del sistema, cuando nos enfrentamos a la realidad a pie de campo, cuando ponemos nombre y apellido a las víctimas, es cuando realmente sentimos, y entendemos.
Un prisionero de guerra estadounidense en Mauthausen vio a un grupo de guardias riéndose de un preso al que habían castigado. Lo habían desvestido y atado en el suelo, con los brazos y los pies extendidos. Cuando se fueron los guardas, lo cubrieron procurando mantenerlo más abrigado durante la noche. «Aparte de eso, no padecía ningún dolor. Si este es el tipo de castigo que recibes, no es tan malo, ¿sabes?», se dijo a sí mismo uno de los prisioneros. Regresaron al barracón a dormir. Pasadas unas horas, escucharon unos chillidos horribles. Salieron del barracón y vieron a un grupo de prisioneros devorándolo vivo. Esa era la razón por la que los guardas se habían reído, dejarlo atado frente a un barracón significaba 'dejarlo disponible'. «La situación era totalmente desesperada. Si alguien moría junto a ti, tenías suerte… Era un mal momento», afirmó otro prisionero.
Mauthausen, como los demás campos, formaba parte de una eficiente red de exterminio. Ochenta años después, cuando cada vez más jóvenes europeos se dicen neonazis, deberían poner los pies en el suelo y adentrarse plenamente en el horror que aquel régimen arrojó al mundo.
Xabier Irujo es autor del ensayo 'La mecánica del exterminio' (Ed. Crítica)
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