EC

Segregación escolar: cambiar sí o sí

Arrinconamos al alumnado vulnerable, repartimos mal los recursos y aumentamos sus dificultades académicas. Todo esto exige cambios sin dilación

Domingo, 14 de septiembre 2025, 00:08

El problema de la segregación escolar ha marcado el inicio del curso en Euskadi. El empecinamiento altruista de un pequeño puñado de personas por colocar ... este punto en la agenda política ha conseguido superar el foso de la ignorancia y el muro del desprecio. La segregación escolar, como la contribución a nuestra crisis de rendimientos que realizan el uso excesivo e indebido de la tecnología o el euskara como única lengua vehicular, figura entre los retos educativos que debemos resolver de forma ineludible y sin demora.

Publicidad

Nuestra segregación bebe directamente de dos miedos ampliamente extendidos: la xenofobia y la aporofobia, entendidas en su sentido estricto, miedo al extranjero y miedo al pobre. Ambas sustentan la creencia de que donde hay alumnado de estas características hay más riesgo de conflictividad y bajo rendimiento. Y esa opinión alimenta la huida del aula compartida con niños y niñas de esa condición. Solo faltaba facilitarlo con un sistema educativo como el nuestro, estructuralmente segregador e influenciable por el mercado.

Organismos tan distintos en organización e intereses como la OCDE, el Banco Mundial o la Unesco han coincidido en expresar su preocupación por la intervención de las políticas de mercado en los sistemas educativos, debido a sus riesgos claros para la equidad sin que alumbren beneficios. Parecería que nos han estudiado bien, porque el análisis de nuestro caso evidencia precisamente que estamos ante un peligro cierto que condiciona negativamente cualquier desarrollo. Una pescadilla que se muerde la cola.

El País Vasco es una de las comunidades autónomas con gran diferencia de rendimiento escolar por nivel socioeconómico y mayor disparidad de resultados entre alumnado autóctono y foráneo. No es que avancemos mucho en educación últimamente, más bien al contrario, pero es que el estudiante de una familia con pocos recursos económicos tiene menos posibilidades de progreso educativo en Euskadi que en la mayor parte del resto de España. Y si es de origen extranjero, aunque ya haya nacido aquí, apenas tiene alguna.

Publicidad

De esta manera, nuestro desarrollo económico y nuestra convivencia social sufren. Por un lado, porque no somos capaces de convertir dignamente las capacidades de esas personas en competencias útiles para nuestro tejido productivo, que las necesita para funcionar hoy y que las necesitará, aún más, mañana. Por otro lado, porque provocamos una enorme crisis de expectativas en quienes actualmente son niños o jóvenes, que solo puede avivar situaciones de inseguridad y conflictividad en el futuro inmediato.

Quizás en todo esto, una amplia mayoría podría estar de acuerdo. Pero llegado al plano personal de cada individuo, queda la pregunta: ¿cómo evitar el miedo cuando se trata de la escolarización de mi hijo o de mi hija? Y a ese interrogante solo pueden contestar los poderes públicos, nunca el mercado o el púlpito. Porque no es cuestión de buenos y malos, sino de políticas útiles para el bien común o recetas ineficientes e, incluso, perjudiciales, como las que estamos aplicando hasta el momento en la educación vasca.

Publicidad

Llevamos demasiado tiempo sin cambios eficaces pero dando, eso sí, muchas vueltas. En 2022, el Ejecutivo mostraba un «diagnóstico de la situación» para alcanzar un pacto sobre esta materia. Ahora vuelve a presentar otro, 'remake' del de hace tres años, que cuenta que ya hacemos (bien, naturalmente) todo lo que se puede hacer. Nos reiniciamos una y otra vez. Al tiempo, crea una confusa mesa, no se sabe si para el aplauso o para plasmar aquella máxima atribuida a Napoleón: «Si quieres que algo se demore eternamente, nombra una comisión».

Sin circunloquios ni florituras. Nosotros hacemos, al menos, tres cosas mal con el alumnado socialmente vulnerable: arrinconarlo en determinados centros (los mecanismos puestos en marcha han demostrado no ser útiles para una distribución más equilibrada), repartir recursos obviando sus carencias (un centro con mayor complejidad no cuenta con apoyo suficiente de forma estructural), e incrementar sus dificultades para alcanzar el éxito escolar (interponiendo entre otras barreras, no únicamente pero sí de manera muy relevante, la lengua vasca).

Publicidad

Una política eficaz contra la segregación escolar exige cambios sin dilación. En la planificación, para facilitar la cohesión y no la disgregación. En la financiación, con medios en función de las necesidades, dando más a los centros que más necesitan, y sobre todo, a los que demuestran que hacen más, no a quienes solo prometen hacerlo. Y en la provisión de profesorado capacitado para abordar situaciones altamente complejas, dotado de estrategias flexibles y exitosas y no caducas y fracasadas. Sin todos estos cambios, nuestros problemas irán a peor.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Accede todo un mes por solo 0,99€

Publicidad