Mascarillas y san Antón
Las medidas de la ministra de Sanidad tienen un claro componente de improvisación
Mikel Álvarez Yeregi
Médico
Miércoles, 17 de enero 2024, 00:03
Decía nuestro profesor, el doctor Pedro Rojo, que el rotavirus venía con el besugo, por san Antón. Es decir, que esta infección en los niños ... se daba sobre todo al comienzo del invierno. Una manera muy bilbaína de expresar la estacionalidad de algunas infecciones víricas; aunque hoy ya no sabemos qué estación es la del besugo y el número de infecciones por rotavirus en los niños ha disminuido drásticamente desde la existencia de una vacuna y desde que la OMS la recomendó en 2009.
Las infecciones por microorganismos también tienen que ver con el medio ambiente y en el caso de las infecciones respiratorias agudas en nuestras latitudes tienen unos ritmos de diseminación bastante predecibles, si exceptuamos ese largo periodo aberrante bajo la pandemia del SARS-CoV-2. Hacia las primeras semanas de noviembre es habitual que se difunda el Virus Respiratorio Sincitial (VRS), responsable especialmente de un número importante de bronquiolitis en los niños; para más tarde, hacia mediados de diciembre, dar el testigo a la gripe epidémica.
En este ciclo invernal que se repite anualmente (hay años algo diferentes) participan también otros virus respiratorios de menor importancia, aunque desde 2020 todo esto se ha visto perturbado por la epidemia del Covid 19. Pero tras esta larga pandemia, parece que la temporada 2023-24 se ha presentado con 'cierta normalidad', entendiendo por 'normalidad' que los servicios de salud se tensionan y ello conduce a una conflictividad añadida a la ya difícil situación de la sanidad pública y privada.
Esta temporada, según los datos del SiVIRA (Servicio de Vigilancia de Infección Respiratoria Agua), se puede decir que, aun habiendo variaciones importantes entre las incidencias en las diferentes comunidades autónomas, la situación ha sido la habitual, excepto la presencia añadida de las infecciones respiratorias por el coronavirus.
En Euskadi, conforme a los datos facilitados por la Dirección de Salud Pública hasta la primera semana de 2024, la incidencia acumulada es muy parecida a muchos años del último decenio. Y en este contexto es donde hay que valorar la medida adoptada por el Ministerio de Sanidad sobre la obligatoriedad en la utilización de las mascarillas en instalaciones sanitarias de Atención Primaria y hospitalaria.
Es cierto que algunas otras comunidades tienen incidencias superiores y eso puede justificar adoptar medidas particulares en cada territorio. Pero tiene razón la consejera Sagardui cuando manifiesta su disconformidad con la medida del ministerio. Es cierto que la utilización de mascarillas en ambientes con fácil propagación de virus respiratorios es una medida eficaz para limitar la difusión de estas enfermedades. Pero eso no es suficiente para que la ministra Mónica García, en un ejercicio de improvisación, obligue a las autonomías, y por supuesto a cada uno de los ciudadanos, a utilizar el enmascaramiento. Por un lado, porque las competencias están trasladadas a las autonomías y son ellas las responsables de dictar normas de salud pública y, por otro, en tanto no exista una situación de emergencia sanitaria, porque debe prevalecer la libertad individual por derecho de ciudadanía.
Otra cuestión es la utilización en los trabajadores sanitarios, que estarán obligados por normas y protocolos de sus servicios de prevención laboral. Además, aun siendo partidario de la utilización de las mascarillas en las temporadas y situaciones que sea aconsejable, no creo que nadie deba de dictar normas contra la libertad individual. Supongo que la ministra estará al tanto de que, en Japón, incluso en la pandemia del covid, no se obligó a la utilización de las mascarillas, pero los ciudadanos lo hacían de manera voluntaria y casi universal.
Pasada la pandemia entramos en otro tiempo en el que hay que educar y aconsejar la utilización de las mascarillas, tal como hizo la Agencia Europea para la Prevención y Control de Enfermedades (Ecdcd) a fecha 15 de diciembre de 2023 recomendando nueve líneas de actuación entre las que estaba «el uso de mascarilla en espacios públicos concurridos a personas con alto riesgo de enfermarse gravemente».
Las instrucciones del Ministerio de Sanidad tienen un claro componente de improvisación. De las dos normas que se han conocido, la primera, la de las mascarillas, va en contra de la responsabilidad personal y la segunda, la de las bajas de tres días, se fundamenta precisamente en la responsabilidad personal. ¡Qué paradojas! A los gestores sanitarios se les debe suponer una cierta capacidad en la anticipación a los riesgos sanitarios. Y ello no siempre es fácil. Pero, vaya, ante un tema como el de las infecciones respiratorias agudas que son de carácter estacional deberían tener unos planes más trabajados. Quizá merezca la pena regalar al ministerio un calendario santoral para que vayan apuntando cuándo hacer la planificación, tal como nos aconsejaba el profesor de Microbiología, el doctor Rojo.
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