Mantener y practicar el control
La toma de decisiones es básica en el bienestar de los mayores
Ayer se celebró el Día Internacional de las Personas de Edad, fecha para concienciar a la población de los retos que plantea ese fenómeno llamado ' ... encanecimiento del planeta'. Un día que se supone extensible al resto del año.
Me parece oportuno aludir a un estudio citado con frecuencia, realizado a finales de los 70 y comienzos de los 80, por las profesoras Ellen Langer y Judith Rodin. En una residencia de mayores formaron dos grupos, al azar, con dos condiciones diferentes. A los del primer grupo (A) se les propuso que tomaran ellos mismo una serie de decisiones. Por ejemplo, horario y lugar donde recibir las visitas, poder elegir entre asistir o no al cine semanal... Además, se entregó una planta a cada uno y se les dijo que ellos decidirían dónde colocarla, así como cuándo y cómo regarla. Los del otro grupo (B) recibieron el mismo trato en general que los del A, salvo que no se les invitó a tomar decisiones, aunque se les dijo que el personal de la residencia estaba para ayudarles en lo que necesitaran. También los del grupo B recibieron una planta, pero se les indicó que serían las enfermeras las encargadas de cuidarla.
A las tres semanas se realizó una evaluación cuyos resultados se compararon con la realizada al comenzar el estudio. Según los informes de las enfermeras y la valoración del propio residente, las personas del grupo A se sentían más asertivas, activas, participativas y felices que las del grupo B. La evaluación que se realizó transcurridos 18 meses mostró, además, mejor estado de salud general, incluso inferiores tasas de defunciones, en el grupo A que en B.
A este estudio siguieron otros con resultados semejantes o convergentes, que destacan el importante papel que tiene en el funcionamiento general, salud general, actividad y bienestar de las personas mayores tomar decisiones y ejercer control sobre el entorno. Los profesores Deci y Ryan, en su influyente teoría de la autodeterminación, destacan tres necesidades básicas e innatas del ser humano: competencia, relación y autonomía.
El interés y las acciones de la sociedad por el bienestar de las personas mayores ha aumentado notablemente en las últimas décadas y lo sigue haciendo (al menos, respecto a los cuidados y atenciones materiales, aunque mucho menos en la disolución de los estereotipos y prejuicios contra este grupo de edad). Se promueve un envejecimiento activo, se lucha contra la soledad no deseada... Son objetivos muy positivos y loables que, sin duda, redundan o redundarán en un aumento del bienestar general de las personas mayores.
El peligro está en aplicar aquí, advertida o inadvertidamente, el lema del despotismo ilustrado: «Todo para el pueblo, pero sin el pueblo», «Todo para la persona mayor, pero sin contar con ella». Un principio de actuación que se sustenta en el edadismo compasivo -compasivo, pero edadismo-, basado a su vez en el estereotipo del 'viejo-niño'.
No entro en la casuística de hasta cuándo la persona mayor es capaz o no de tomar decisiones. Las elevadas cifras de prevalencia de la demencia senil nos muestran, a la vez, que todavía es mayor el porcentaje de personas mayores que conservan sus facultades mentales.
Fomentar el control es fomentar las ocasiones de elegir y de tomar decisiones. Es cierto que en algunas situaciones no resulta posible modificar el entorno, momento en el que el control se ha de ejercer moderando o controlando los propios deseos. En todo caso, es necesario explicar de forma exacta y comprensible algunas decisiones excepcionales que se toman sin una intervención plena de la persona afectada. Todo esto se aprende con la práctica continuada de la toma de decisiones y no con su limitación.
Es muy importante que, junto a los esfuerzos por crear en las residencias, centros de mayores y familia un entorno material atractivo y agradable, no se olvide lo que indican los estudios de Langer y Rodin y otros realizados con posterioridad.
Aplaudamos, pues, todas las mejoras en el bienestar material y sanitario de las personas mayores, pero sin olvidar la atención a las necesidades también básicas de autonomía, control, es decir, a la práctica de la iniciativa y de la toma de decisiones, que les ayuden a sentirse competentes. Parece que es mejor para la salud general y bienestar de la persona mayor ofrecerle -mejor, que ella misma la elija- una atractiva pero económica planta, sobre la que pueda tomar decisiones, que entregarle una bella y costosa orquídea, pero sin que pueda tomar decisiones sobre ella.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión