Arancel y geopolítica final
Un castigo comercial de Trump a la UE afectaría a Irlanda, Francia y Alemania, y en menor media a España, aunque tiene muchas empresas en México
Hablar de aranceles es hablar de proteccionismo, lo que contrasta con la globalización vivida en las últimas décadas, capaz de generar crecimiento sin inflación pero ... también responsable de ubicar en China la fábrica del mundo al admitir a este país en la Organización Mundial del Comercio (OMC) sin exigirle ciertas obligaciones de reciprocidad. Esa globalización no ha favorecido tanto a las clases medias occidentales, que la miran con desconfianza. Luego han venido las crisis, la pandemia, la guerra y la inflación, lastrando el crecimiento de la sociedad occidental, que pide sentirse más protegida. Finalmente, la geopolítica le ha hecho una OPA a la economía y hemos pasado del orden internacional al desorden global, hasta que las piezas encajen de nuevo. Todo ello, unido a la percepción de cierta ineficacia en la gestión pública, lo que ha disparado el descontento.
En este contexto de cambio debemos situar el debate actual sobre proteccionismo y aranceles, porque corren malos tiempos para el orden multilateral y como muestra, el propio consejo de la OMC, institución encargada del marco legal del comercio internacional, está hoy bloqueado por la falta de acuerdo para su renovación.
Para empezar, conviene recordar que el arancel es un impuesto que paga el consumidor, cuyos ingresos van en parte al gobierno y en parte a la industria local, aunque está por ver que sirva para hacerla más competitiva. En general las experiencias proteccionistas carecen de éxito. EE UU nunca será tan eficiente como las redes de producción integradas regionalmente que han crecido a lo largo de más de tres décadas de libre comercio entre el territorio estadounidense, Canadá y México, aportando cada uno su fortaleza: Canadá tiene petróleo y una vasta riqueza mineral, mientras México ofrece gran capacidad industrial y menor coste de mano de obra, con la automoción como ejemplo, por eso las acciones de los tres grandes de Detroit cayeron con el anuncio de aranceles.
Para entender lo que pasa quizás debemos preguntarnos primero quién ganó las elecciones del 5 de noviembre: si fue el Partido Republicano, si fue Trump o su propio personaje. Podemos empezar a contestarnos si imaginamos la presidencia en manos del vicepresidente Vance, porque no sería lo mismo. Niall Ferguson recuerda que el modelo de Trump no es otro que el presidente McKinley, que extendió el ámbito territorial de EE UU. Además, Trump es un gran generador de titulares, todo un récord mundial en estas dos semanas, un negociador que amenaza con máximos, marcando la posición, para luego rebajar; pero como juega con el orden global, existe el riesgo de que un día se le vaya la mano.
No le importa mucho el orden multilateral, pero sí el dinero, es decir, la evolución de la bolsa, y quizás por ahí vengan las respuestas pendientes. Nadie sabe lo que busca con el arancel, pero lo más probable es que sea una herramienta de negociación para reducir el déficit comercial que su país tiene con sus vecinos.
Fueron caóticas las 72 horas con anuncios de aranceles, luego suspendidos temporalmente, para México y Canadá, tras acordar con ambos reforzar sus fronteras. Más suave es el anuncio de un arancel adicional del 10% para China, que responde con una batería mixta de medidas: denuncia ante la OMC, aranceles, investigación sobre Google y controles sobre la exportación de ciertos minerales que Trump necesita para componentes electrónicos y aeroespaciales. Una respuesta medida que puede ir a menos, pero también a más. Canadá, México y China representan más de un tercio de los productos que entran en Estados Unidos y los aranceles podrían elevar los precios, provocando un aumento de la inflación, lo que ya ocurrió en su primer mandato.
En cuanto a la UE, mira de reojo el asunto porque sabe que va detrás cuando Trump habla de equilibrar su deficitaria balanza comercial; esto afectaría a exportadores como Irlanda, Francia y Alemania y en menor medida a España, solo el 13 % de su exportación directa, aunque tenemos muchas empresas en México. Nuestra afectación dependerá mucho de la letra pequeña, porque el arancel del acero puede aplicarse solo al exceso de contingentes y el mundo del vino ha venido librando por su grado de alcohol. El resto de la alimentación lo tiene peor. Se trata de hacer de la necesidad virtud, para unir las fuerzas unificando mercado interior, energía y política exterior, apostando por crear empresas, con un mercado de capitales capaz de retener los 300.000 millones que vuelan cada año a otros lugares. No hay otra alternativa, porque podemos perder pie entre dos bloques rivales.
Mas allá del efecto en el crecimiento económico y la inflación, los aranceles han aumentado la distancia geopolítica del comercio, porque han ampliado la brecha diplomática entre Estados Unidos y todos los demás.
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