Confianza y credibilidad
La gran pregunta es cómo debemos gestionar esta incertidumbre
Catedrático de Derecho Internacional Privado de la UPV/ EHU
Jueves, 12 de noviembre 2020, 00:11
Una inédita y extraña sensación, mezcla de quietud y de irrealidad, nos envuelve y nos vuelve a atrapar en esta segunda ola de la pandemia. ... Nos sigue costando mucho asumir nuevos (y obligados) hábitos que hacen añorar a todos la deseada vuelta a ese glaciar poderoso que es la normalidad, la rutina diaria, la inercia vital del día a día que ahora tanto echamos en falta. ¿Cómo será el mundo del mañana? ¿Cómo fijar unas líneas de reflexión estratégica que dibujen, a modo de brújula social, qué camino seguir? En medio de la conmoción social, solo la confianza en el futuro puede servir para que el motor social no se gripe. No conocemos ese futuro, solo sabemos que no se parecerá al presente. La gran pregunta que nos interpela a todos es cómo debemos gestionar esta incertidumbre. El civismo, la responsabilidad social, la disciplina individual y colectiva pueden ayudarnos -lo van a hacer- a superar estos momentos tan complejos. El motor que nunca se ha de gripar en nuestra sociedad es el de la esperanza.
Y en este duro momento, las personas, la familia, las amistades, nuestro entorno más cercano, cobra más importancia en un contexto social como el que nos está tocando vivir. Todavía es pronto para evaluar y hacer prospección orientada al futuro. Pero, sin duda, la confianza es y será una de las instituciones silentes más importantes en todos los niveles de la sociedad. Es más necesaria que nunca para que nuestro motor social no se gripe y logremos así superar esta triple crisis sanitaria, económica y social, agudizada ante los duros embates de esta segunda ola de la pandemia.
¿Cómo lograr mantener o recuperar la confianza en las instituciones que sostienen el sistema en su dimensión sanitaria, asistencial, formativa? ¿Y cómo hacerlo con la política y quienes la ejercen? ¿Y sobre las empresas como fuente de riqueza social o el resto de entidades y asociaciones que integran nuestro tejido social? ¿Cuál ha de ser la vía para lograr reforzar, recuperar (o no perder, en su caso) la credibilidad y la confianza en todas ellas, especialmente aquellas instituciones o entidades públicas? Merece la pena rescatar una de las mejores reflexiones que nos dejó Jean Monnet, uno de los padres del proyecto europeo: nada es posible sin las personas; nada subsiste sin las instituciones. Y como sabiamente expresó el admirado Tony Judt, por muy egoístas que seamos, todos necesitamos servicios cuyos costes compartamos con nuestros conciudadanos. Los mercados nunca generan automáticamente confianza, cooperación o acción colectiva para el bien común.
Toda sociedad que destruye el tejido de su Estado (mantenido con los impuestos y los servicios públicos de todos) no tarda en desintegrarse en las cenizas de la individualidad. Y lo que estamos viviendo nos debería orientar hacia una nueva pedagogía, hay que promover el sentido de los valores auténticos frente a lo único que hasta hace poco parecía esencial en nuestra socialización: el consumo, un consumo febril y emocional afincado sobre los cimientos de un hedonismo individualista.
Esta frustrante derivada y otras poco edificantes lecciones del pasado debemos interiorizarlas para que no se repitan más. Nuestra fortaleza como sociedad civil radica en ser y actuar como un conjunto de personas unidas por un proyecto social. Si esperamos a que la mera inercia del sistema cambie la tendencia, si pretendemos replicar recetas hasta ahora utilizadas, si nos limitamos a buscar culpables a los que reprochar lo negativo nunca superaremos las consecuencias de esta traumática crisis. La clave radica en poner el acento sincero en las personas, pensar en ellas como las verdaderas palancas del cambio. ¿Cómo lograr esa catarsis, necesaria cuando quede atrás esta dura coyuntura que estamos viviendo? Mediante una relación colaborativa que genere una percepción social de solidaridad para no dejar a nadie atrás, un sentimiento basado en el respeto y en la colaboración entre personas, anclada en un liderazgo ejemplar.
Estos duros momentos pueden acabar incidiendo de forma positiva en un replanteamiento de la socialización; probablemente, esta crisis va a poner en marcha una reorganización social y va a demostrar de forma nítida que las reagrupaciones narcisistas no bastan para formar una sociedad solidaria.La confianza es el pilar que lo sustenta todo; su ausencia es una fuente de conflictos e incertidumbre que aboca al fracaso a cualquier sociedad. La primera propuesta sobre la que cabría ponerse a trabajar es identificar cómo deberíamos moldear nuestro futuro. Y ello requiere una rebelión cívica anclada en la solidaridad, en la responsabilidad social; exige reforzar nuestra pujanza como sociedad cohesionada.
Esta inédita crisis debe ayudarnos a reflexionar sobre ello. Vamos a tener que actuar y reflexionar de forma casi sincrónica porque el contexto postpandemia va a ser muy duro, catártico en lo económico y en lo social, y este reto exige grandes acuerdos, grandes consensos políticos y sociales. ¿Estamos preparados para ello?
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