Tragedia y vídeo sexual
A Verónica no le dejaron ni reclamar su derecho al olvido porque su pasado digital se impuso y resquebrajó todos los pilares de su vida hasta conducirla al suicidio
Terrible suceso. Una mujer se suicida al verse confrontada con la exhibición pública de un vídeo de contenido sexual, que en su día protagonizó para ... enviárselo al que entonces era su pareja además de compañero de trabajo, y que se difundió entre los 2.500 empleados de la empresa para la que trabajaba. Al parecer, dejaron la relación, el tiempo pasó y no siguieron juntos, pero sí en la misma fábrica. A partir de ahí, se investiga a los eventuales responsables de la difusión del vídeo. El suceso ha conmocionado la sociedad y ha generado múltiples sentimientos e interpretaciones. ¿Pero qué variables han confluido para llegar a tan triste y vergonzoso final?
En el principio de tan deleznable acción, la difusión del vídeo puede tener su origen en una herida narcisista en el despechado, que no acepta la libertad de su pareja para finalizar la relación y que desde una perspectiva inequívocamente machista no se resigna a perder la persona que tiene interiorizada como suya. Algo todavía demasiado frecuente en nuestra sociedad. Naturalmente, en estas situaciones la ira acaba envolviendo el sentimiento de pérdida en la persona 'abandonada' y mediatiza una conducta que tiene mucha relación con sus deseos destructivos de venganza. Todo muy lamentable y ocasionalmente patológico.¿Pero qué decir de aquellos que visualizan el vídeo, lo difunden, se acercan al puesto de trabajo de la víctima para conocerla, se regodean con el suceso y contribuyen a generar todo un frente acosador hacia la víctima? Ninguno de ellos es inocente.
Sobre rasgos 'voyeuristas' evidentes no faltan aspectos sádicos que relacionan el disfrute ante la humillación, ridículo o evidente sufrimiento de otro ser humano. En este caso, una mujer, lo que cualifica toda esta situación como una agresión colectiva de marcado carácter machista. Agresión que, como no podía ser menos, causó un profundo sufrimiento, una inmensa vergüenza, un daño irreparable al pudor de la víctima. Además, sufrió un ataque a su dignidad y su honor.
No es un hecho infrecuente. Vemos cómo en ambientes escolares de adolescentes se ha repetido infinidad de veces. También a otros niveles, determinadas personas han saltado a primera línea de actualidad tras sucesos de estas características. De Pedro J. Ramírez y Olvido Hormigos al vídeo de Iveco, pasando por el triste caso de Tiziana Cantone, que tenía apenas 30 años cuando se convirtió en 'meme' a raíz de una grabación voluntaria de contenido sexual. Tras difundirse en la red, se hicieron chistes, se imprimieron camisetas, hubo tatuajes y hasta carcasas de móvil alusivas al caso. El tema se judicializó y tuvo sentencias favorables, pero la mujer no aguantó la descarnada presión social y se suicidó.
Ante la posibilidad de ver fotos o vídeos íntimos publicados en las redes sociales, una mayoría de las víctimas sufre una crisis emocional de gran magnitud. La angustia les puede llevar hasta el bloqueo personal y a ello le sigue el desmoronamiento de la propia estima, antesala del suicidio. No es para menos. La mayoría de la población experimentaríamos algo similar; sobre todo, las mujeres por cuestiones de corte sociocultural bien conocidas.
Hacer públicos detalles íntimos o relacionados con la propia sexualidad, cuando uno no lo desea, se vive como una exposición muy arriesgada ante los demás. El temor al rechazo social es muy importante en esos casos. Solo aquellas personas que posean recursos psicológicos suficientes serán capaces de gestionar semejante desafío, confrontar la situación de forma más o menos eficiente de manera que lleguen a restablecer su equilibrio psicológico personal y volver a normalizar sus relaciones interpersonales, por lo general profundamente dañadas. El perjuicio personal que se produce es grande e inequívoco. Irreparable en esta ocasión.
A Verónica no le dejaron ni reclamar su derecho al olvido porque su pasado digital se impuso y resquebrajó todos los pilares de su vida: el laboral, el personal, el sentimental, el familiar (recuérdese que hablamos de una mujer con pareja estable y dos hijos). Demasiadas víctimas, inocentes víctimas, de un suceso que tiene un substrato machista inequívoco íntimamente relacionado con una carencia de educación sexual y de valores básicos en cualquier forma de relación hombre/mujer.
No hace mucho decíamos que el suicidio es un fenómeno humano y que muchas veces se fundamenta en el «cansancio de la vida»; no el cansancio de la vida en general, sino el cansancio de la propia vida. Puede ocurrir y así parece haber sido en una situación de sufrimiento psíquico intenso. El suicidio aparece aquí como un acto humano lamentable, pero comprensible. Trágica consecuencia de la banalización, en este caso, del llamado «machismo tolerado».
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