La responsabilidad de no parar
El foco ·
Los poderes públicos deben capitanear la situación desde la confianza, el diálogo y la predictibilidad. Solo cabela salida de la crisis desde la colaboración lealLa palabra responsabilidad, quizás demasiado usada en el argot económico, social y político, tiene en cambio un significado renovado en estos días. Ahora más que ... nunca es algo que debemos exigir y al mismo tiempo dar con la misma intensidad. No me refiero a ese tipo de responsabilidades que de cuando en cuando hay que depurar. Se trata más bien de ese sentido que nos debe guiar para actuar en este momento, en el presente, con la mayor inteligencia, coherencia y sentido de Estado y de país posible.
Porque, pese a que las cifras de contagios y de muertes de la Covid-19 afortunadamente comienzan a remitir, la batalla aún no se ha ganado del todo, especialmente en aquellos ámbitos en los que las consecuencias serán difícilmente reparables en el corto plazo. No son otros que los sectores empresariales especialmente golpeados por la crisis y sus trabajadores.
En este sentido, el partido que toca jugar en estos momentos es el de encontrar el equilibrio entre la protección de las personas, el sostenimiento de la actividad económica con las menores restricciones y los mayores apoyos públicos posibles, y el uso más eficiente posible de los recursos presupuestarios disponibles, tanto a nivel nacional como europeo, para no dejar a nadie atrás, ni empresas ni personas.
Se trata de una suerte de lugar común en el que poder empezar a recuperar la normalidad -sin conformarnos con la llamada 'nueva normalidad'- y que exige por parte de todos responsabilidad.
Para empezar porque retomar esa deseada normalidad nos exige cuidarnos. No podemos bajar la guardia y debemos seguir firmes ante las recomendaciones de las autoridades sanitarias. El virus sigue ahí fuera y tenemos que ser conscientes de que la mascarilla, el lavado de manos, las distancias de seguridad, todo eso sigue siendo necesario para no desandar el camino y echar por tierra todo el esfuerzo y el sufrimiento que padece el país entero desde hace ya más de dos meses.
Hay que evitar que la crisis se cronifique, porque sería cargar el problema a las nuevas generaciones
Los empresarios españoles seguimos demandando el abastecimiento necesario de material sanitario y de protección para poder adaptar nuestros negocios a esta nueva situación. Porque la prioridad es la salud de las personas, pero también porque creemos que debe ser compatible con la vuelta a la actividad previa a la crisis allí donde se pueda.
La empresa, en su conjunto, se ha volcado en hacer de sus negocios entornos seguros y operativos para seguir haciendo aquello que mejor sabemos hacer, que es producir bienes y servicios para la sociedad, mantener el motor de la economía encendido, para que el empleo sufra lo menos posible, y lograr así que nada se pare y que el futuro sea algo que está a la vuelta de la esquina.
Junto a las personas y las empresas, está la responsabilidad de las administraciones públicas, en plural. De un lado, las autoridades sanitarias siguen al pie del cañón tratando de gestionar los riesgos sanitarios. Sin embargo, en el aspecto económico, es preciso que vayan todas las administraciones de la mano para llevar a buen puerto la desescalada. Son aquellos que están más cerca de las empresas y de la realidad de cada territorio los que mejor saben cómo se puede volver a poner en marcha el país. Es una labor que, si se quiere hacer de manera eficiente y maximizar los resultados, debe hacerse con un análisis detallado de las posibilidades de apertura de las empresas y sectores en cada ayuntamiento, provincia o comunidad autónoma.
Solo así se podrá llevar a cabo una desescalada proporcional y equilibrada. Y todo ello redundará en el bien común, que es lo que todos perseguimos.
Por otro lado, es el momento de poner todos los recursos del Estado al servicio de las necesidades más inmediatas, conscientes todos, aquí y en el resto de Europa, de que todo esto puede ser una enfermedad pasajera si se aplican con generosidad las recetas adecuadas. Hay que evitar que se alargue la crisis y que muchas de sus consecuencias se puedan cronificar, porque eso sería cargar a las siguientes generaciones con problemas que aún son coyunturales.
Pero si todo esto es importante, aún lo es más la responsabilidad que debe emanar de los poderes públicos a la hora de capitanear la situación desde la confianza, el diálogo y la predictibilidad. Dentro de las legítimas posturas políticas solo cabe en este momento una estrategia, la de la salida de la crisis desde la colaboración leal. De no ser así podríamos echar por tierra tantos esfuerzos realizados en estos meses para lograr que España y su economía vuelvan al punto de partida.
Antes de terminar, quiero insistir en que no podemos conformarnos con alcanzar la llamada nueva normalidad como si este fuera el final del camino; España necesita recuperar su vida, su anterior normalidad y, en todo caso, si damos el paso a una realidad nueva, debemos buscarla desde otros puntos de vista.
La vuelta a nuestras vidas puede ser diferente, pero no necesariamente debe estar marcada por una mascarilla, sino por una mayor digitalización de nuestras vidas o de nuestra relación con la Administración. La nueva normalidad no debería girar en torno a restricciones innecesarias a la actividad económica, sino, por ejemplo, a una ampliación de los cauces de la colaboración público-privada para ampliar las capacidades de la economía o a un impulso más decidido a la industria.
Estoy convencido de que sumando la voluntad de todos, la responsabilidad de cada uno en su ámbito, y contando con las instituciones y el sistema democrático de monarquía parlamentaria del que nos hemos dotado a lo largo de las últimas décadas, podemos acabar de superar esta dura crisis y volver a dar las gracias, esta vez desde el recuerdo, a todos aquellos que como los trabajadores de la Sanidad o de las Fuerzas de Seguridad o los empresarios y trabajadores de otros servicios esenciales estuvieron ahí, sin parar, cuando España les necesitó.
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