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La justicia del siglo XXI requiere jueces que no merienden interrogadosTenemos un problema con el siglo XXI. Hemos entrado tarde y como distraídos. Se sabe porque es ahora, con el Trump de 2025, cuando se nos dice que cambia el siglo. Se conoce que el Trump de 2017 era del siglo XX. Del mismo modo, ... Félix Bolaños presentó ayer la reforma de la Ley del Poder Judicial con el propósito de adaptarla «a las necesidades del siglo XXI». Estamos en 2025. Por lo que sea, no se le ocurrió a nadie ponerse con ello en 1995.
El objetivo del Gobierno es «democratizar» la carrera judicial, lo que imagino se explica por su conocido amor por las instituciones independientes y los contrapesos. En la reforma hay cosas que parecen sonar bien, como las becas para los aspirantes a jueces, y cosas que parecen sonar peor, como la potenciación del cuarto turno que permite el acceso a la carrera judicial sin oposición. Lo malo es que no se puede hoy pensar en un juzgado sin ver dentro a Íñigo Errejón y Elisa Mouliáa, lo que hace pensar en que habría que hacer algo también con las filtraciones, que se han democratizado demasiado y son ya una rutina automática. Hay quien incluso las relaciona con la publicidad de la actividad procesal. Como si la idea no fuese evitar que el ciudadano se vea sometido en secreto a la acción de la justicia sino facilitar que los tertulianos de la tele comenten al instante el vídeo de tu declaración por motivos privados ante el juez de instrucción.
Otra cosa que habría que mirar es que haya jueces que olviden que la autoridad sobre el ciudadano debe ejercerse con el máximo respeto. Por ejemplo, no transformando un interrogatorio en un riego por aspersión de preguntas y comentarios en el que se escoge siempre la forma más abrupta y la expresión más tosca. Parece complicado que en un proceso judicial no deba someterse todo a cuestionamiento, también a la víctima, pero otra cosa es que eso no pueda hacerse de un modo riguroso que sea al tiempo sereno y educado. Escuchando al juez que instruye el 'caso Errejón', y si va a haber cambios en la Escuela Judicial del siglo XXI, propongo la inclusión de cervantistas en el profesorado. «Al que has de castigar con obras, no trates mal con palabras», le dice don Quijote al pobre Sancho metido a gobernador y juez de primera instancia en el siglo XVII. «Suavidad guiada por la prudencia», le recomienda.
CNIO
María Blasco no tiene intención de dimitir como directora científica del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas. Lo anunció ayer en una rueda de prensa en la que no desmintió las irregularidades que desde hace semanas salpican al CNIO, sino que se las atribuyó todas al director gerente, cuyo cese lleva al parecer exigiendo desde 2011. Al tener la científica un pensamiento necesariamente empírico, es fácil imaginar lo que ha debido de pensar todos estos años al cruzarse con el director gerente: «Pues están tardando en cesarlo». Blasco anunció ayer que, además de con la Fiscalía, quiere hablar con la ministra de Ciencia. Diana Morant también está abordando la cuestión de un modo científico. Lo hace en concreto comportándose como la materia oscura: su existencia es indetectable y solo puede inferirse mediante complejos cálculos de mecánica vectorial. Hay que recordar que el CNIO es un centro de referencia internacional, la joya de la ciencia española, y que sin embargo parece aceptarse con cierta indiferencia que en su seno haya enquistado un culebrón no se sabe si con implicaciones delictivas. En un entorno con niveles ordinarios de escándalo, el del CNIO sería el escándalo del que hablaríamos todo el rato.
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