Permisos al horno
Cuerpo y Díaz chocan por la ampliación de los permisos por fallecimiento de un familiar
De Yolanda Díaz yo echaré de menos el modo en que a muchas de sus frases les coloca un tráiler, un espóiler, prácticamente una inauguración. « ... Voy a darles un dato», dice la vicepresidenta y ministra de Trabajo. Y da un dato. «Voy a hacerles un anuncio». Y hace un anuncio. «Voy a decirles algo». Y dice algo. Ayer tocó anuncio. En uno de esos desayunos informativos. Quizá la cercanía de los cruasanes hizo que Díaz situase el anuncio saliendo «del horno de la producción legislativa del ministerio». Lo que salió fue la ampliación a diez días del permiso laboral por fallecimiento de un familiar y de la creación de un nuevo permiso para acompañar a un pariente en cuidados paliativos. Si la medida sonó nórdica y civilizada, progresista, deseable, bastó un segundo para recordar su probable destino: llegar como decreto ley al mismo Parlamento que hace un mes ya devolvió la reducción de la jornada laboral al obrador del ministerio.
«Me gustaría que los empresarios tomen esta medida con cariño», deseó ayer Yolanda Díaz. Y al rato el presidente de la Patronal se la tomaba a broma. Antonio Garamendi incluso pidió un permiso para descansar él de los anuncios de una ministra a la que situó en «los mundos de Yupi». En términos de realismo terrenal, hay que recordar que Garamendi considera que los trabajadores españoles deben emplearse como Carlos Alcaraz, lo que hace pensar en gente llevando sus cuerpos al límite en la oficina mientras lo destrozan todo para llegar deslizándose a la impresora y lanzan con cada celda rellenada en el Excel un alarido extenuado, homérico, semipornográfico. Del cariño que se tenían Garamendi y Díaz no debe quedar nada. Ayer el presidente de la patronal consideró un desprecio al diálogo social que la ministra anuncie medidas de las que los empresarios no tienen noticia.
Los sindicatos levantaron después tímidamente el dedo, como diciendo que a ellos también les gustaría enterarse de estas cosas. Si para entonces no quedaba ya claro que la vicepresidenta iba por libre persiguiendo el esquivo foco mediático, apareció Carlos Cuerpo y se materializó el otro espóiler que encarna Yolanda Díaz y tiene que ver con que le enmiende la plana el Gobierno que ella misma vicepreside.
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Nobel
Donald, pacificador
La cuenta oficial del primer ministro de Israel tuiteó ayer una imagen trucada: Netanyahu colocándole a Donald Trump la medalla del Nobel de la Paz como si acabase de ganar la final olímpica de los 100 metros. Tras los líderes, la multitud entregada y una pancarta: «Paz mediante la fuerza». Pobre Murakami. En la semana de los Nobel nadie habla de él. Hay que mirar a Trump, y a Oriente Medio, entre el asombro y el temor. Decíamos ayer que el estadounidense es el primer aspirante al Nobel de la Paz capaz de invadir Noruega si no gana.
También debe de ser el primero que ha sancionado a sus competidores directos y ejemplares. Suena para el Nobel la Corte Penal Internacional y Trump le impuso sanciones en febrero. También suena el Comité para la Protección de los Periodistas, entre otras cosas por su denuncia de la situación de la prensa en Estados Unidos. O sea, que Trump también es el primer candidato al Nobel de la Paz que te hace merecedor del Nobel de la Paz si lo combates. Ni se sabe si es mejor que gane el premio o que lo pierda y asegure que en realidad lo ha ganado, como hizo con las elecciones de 2020. El hombre búfalo asaltando ahora el Ayuntamiento de Oslo para que la fiesta del siglo XXI no decaiga.
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