Gestión de plagas
Europa ·
Las chinches no dejan de proliferar y causan problemas lo mismo en París que en BarakaldoUn montón de chinches recorre Europa. La mayoría parece haberse instalado en París, lo que es lógico al tratarse de una ciudad tan monumental y ... romántica. Un grupo más pequeño se ha instalado en cambio en Barakaldo, en el barrio de Cruces. Quizá sean chinches menos amigas de la gran ciudad. O quizá chinches mitómanas por el lado político-gastronómico que buscan sangre exenta de factor Rh: carne de Kobe para insectos hematófagos. En cualquier caso, parece que han elegido mal. El Ayuntamiento de Barakaldo ya ha avisado al servicio de plagas.
En París, en cambio, han avisado al ministro de Transportes, que salió ayer, no a tranquilizar al contribuyente parisino, sino a gestionar una crisis reputacional relacionada con el turismo y los Juegos Olímpicos del próximo año. «No hay un solo caso confirmado», aseguró el ministro Beaume. «Ni negación ni psicosis», añadió tras negarlo todo. Mientras lo hacía, las fotos de chinches seguían multiplicándose por las redes. Y los periódicos recordaban que la víspera en la Asamblea Nacional una diputada le sacó un frasco lleno de bichos a la primera ministra Borne. Al ser de la Francia Insumisa, la diputada blandió las chinches al puro estilo Delacroix.
Estas chinches parisinas son de las denominadas 'de cama'. Las baracaldesas son en cambio 'apestosas', lo que es mejor porque no pican, aunque desprenden una peste característica. No parece descartable que antes o después cada ciudad europea conozca su variedad de chinches. Los bichos llevan años multiplicándose, aprovechándose al parecer de factores como el mayor tráfico de personas y equipajes, el aumento de las temperaturas y su creciente resistencia a los químicos. Quizá se aprovechan también de nosotros. En 2016 hubo una plaga de ratas en París y se recogieron decenas de miles de firmas contra el «genocidio» por la desratización. En París deben de creer realmente que las ratas viven bajo los gorros de los cocineros y bordan el pisto. Ya que estamos, cuando solucionemos lo de las chinches y las ratas, hay que ponerse con los mosquitos. Su actitud es intolerable. Se han quedado a vivir en casa todo el año, te despiertan zumbándote sus cosas al oído y abren la despensa del sistema circulatorio ajeno cuando les da la gana, sin ni siquiera preguntar.
Gijón
Sin Vox
La alcaldesa de Gijón, que es de Foro, rompió ayer su pacto de Gobierno con Vox, que ha durado cuatro meses. La causa aparente es una salida de la concejal de festejos anunciando cambios en el Festival Internacional de Cine. Parece que es este festival demasiado independiente para Vox, un partido dispuesto a intervenir seriamente en la realidad por el lado de las carteleras de espectáculos y el de disfrazar a gente de Blas de Lezo. A la espera de que el ideal se me rompa incluso en Gijón, cabe soñar con una idea de ciudad en la que conviven los diferentes. Antes de echar a Vox puede que en defensa del cine 'indie', la alcaldesa de Gijón recuperó la feria taurina que había prohibido su antecesora, que era del PSOE y pensaba que los nombres a los toros se les ponen con el ánimo concreto de ofenderla a ella.
Gernika
La palabra
Donde está la investidura complicada es en Gernika. El PNV denuncia que José María Gorroño -dieciséis años al mando con tres partidos diferentes- incumple su palabra y no se retira de la alcaldía para dejársela a su hermano Iñaki. Esa fue la condición que puso el PNV para apoyar a Gorroño, a los dos Gorroños, y evitar que el alcalde de Gernika fuese de Bildu. En la plataforma de los sucesivos Gorroño dicen lo mismo que en el PNV, solo que al revés: son los jeltzales los que no cumplen lo acordado. No puede ser: todos sabemos que para los vascos la palabra es sagrada. Y que todo esto suceda precisamente en Gernika, donde el Árbol debe de ofrecer una cobertura inmejorable por el lado de las virtudes milenarias.
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