Gente en la diana

Bildu «rechaza sin ambages» pero con circunloquios los últimos ataques y sabotajes políticos

En el País Vasco tenemos problemillas con la pluralidad. Para notarlo, hay que fijarse en los detalles. Por ejemplo: eso que aparece dentro de una ... diana, puede que incluso con un tiro en la frente, es la cara de un político. Y eso otro sobre lo que se ha lanzado pintura, basura, heces, es a veces la sede de un partido y a veces un monolito o una placa que recuerda a una víctima del terrorismo. Vamos con las caras. Las de Ayuso, Andueza y Abascal aparecieron el otro día en una pancarta en Vitoria. Con un punto de mira cada una. También la de Marine Le Pen, que ya me contarán. Y la de Vito Quiles, que me seguirán contando. Y la Ertzaintza así, en general: todo el cuerpo en una diana. Las placas en recuerdo a víctimas del terrorismo estaban esta vez recién colocadas en Durango. El miércoles aparecieron con pintadas de 'Gora ETA'. La sede del PP en Bilbao fue atacada el día anterior por Ernai, las juventudes de Sortu, que reivindicaron el estropicio en un vídeo en el que acusan a los populares de querer hacer desaparecer «nuestro pueblo» y «ridiculizar» el euskera. Mucho cuidadito, en fin, con ridiculizar.

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Ayer Bildu rechazó «sin ambages» lo de la pancarta, mencionando de todas las caras solo la de Eneko Andueza, asegurando que la crítica política «se tiene que dirimir en términos exclusivamente políticos y dialécticos» y situando los hechos «en su justa dimensión sin utilizarlos para recrear virtualmente un pasado amplia y afortunadamente superado en Euskal Herria». Imaginen cómo sería el rechazo con ambages, o sea, con circunloquios. Lo que no hizo Bildu fue sumarse a la condena del resto de partidos y de las instituciones. La importancia que se le da a esto es siempre curiosísima. El verbo 'condenar' adquiere entre nosotros la categoría de conjuro capaz de alterar la realidad. Condenar, abracadabra. Del mismo modo mágico, a veces aparecen dianas y pintadas que pasan desapercibidas por algún motivo de peso. Puede que la política esté con la demagogia en otra parte. O puede que haya fútbol. Favorece mucho a la perpetuidad de las amenazas que la sociedad vasca sostenga su convivencia ejemplar sobre un pilar antiguo y sólido: lo importante es mirar hacia otro lado antes de ponerse a hablar, con urgencia, de otra cosa.

  1. Sáhara

    Soledad del beduino

Sentada en una butaca de su despacho, Yolanda Díaz lee profesoral unos versos del poeta saharui Liman Boisha: «En la inclemente soledad del desierto, donde el sol golpea sin tregua, la talla se ofrece generosa a los ojos del beduino». Después, la vicepresidenta del Gobierno mira a cámara -todo esto pasó ayer, con música de fondo, en la clementísima soledad de su Instagram- y lo dice claramente: «No vamos a ceder un centímetro de tierra saharui. Hoy y siempre, ¡viva el Sáhara libre!». Mientras eso ocurría, ayer se celebraba en Madrid una reunión de alto nivel entre España y Marruecos que se blindó ante los periodistas y transcurrió con enorme secretismo. En la declaración conjunta resultante del encuentro se reitera el apoyo del Gobierno a que el Sáhara occidental termine todo él siendo -centímetro a centímetro- una autonomía bajo soberanía marroquí. El volantazo diplomático lo dio el Gobierno de Pedro Sánchez en 2022. Sin previo aviso y sin dar explicaciones. Traicionando una postura histórica y con la mayoría del Parlamento en contra. Tres años después, Yolanda Díaz sigue vicepresidiendo ese Gobierno y lee en su despacho poemas de beduinos, irreductible pero con dulcísimo acento gallego.

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