
Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
Donald Trump ya está en Oriente Medio. El príncipe Bin Salman lo recibió a pie de Air Force One en el aeropuerto de Riad. Antes ... le mandó una escolta de cazas F-15. El encuentro fue cariñosísimo. Lo de trocear un columnista del 'Washington Post' en los sótanos de la embajada al bueno de Bin Salman ya se lo perdonó Biden. Trump es posible que directamente se lo agradezca. Después de Arabia Saudí, el presidente de los Estados Unidos visitará Catar y Emiratos. En condiciones normales, la discusión tendría que ver con las implicaciones geopolíticas de que el primer viaje del mandato sea a las monarquías del Golfo. Pero las condiciones normales son la prehistoria. Ahora cuesta que haga saltar las alarmas el conflicto de intereses de dimensiones inenarrables. Hace solo unos días, Eric Trump estaba en Dubai vendiendo ante los inversores en petrodólares el hotel de ochenta pisos que va a construir allí la Organización Trump. «Mi familia y yo amamos Dubai», dijo Eric, que no es precisamente el hijo listo. «Papá viene a verles en el Air Force One», podría haber añadido.
Siguiendo con el conflicto de intereses, en Catar a Trump quieren regalarle un Boeing gigantesco y lujoso que cuesta 400 millones de dólares. Para que lo use de avión oficial mientras sea presidente y se lo quede después para sus viajes. A Trump le parece bien. Frente al mundo, la democracia americana inerme ante el abuso de poder. Ayer Arabia Saudí le compró a Estados Unidos 142.000 millones de dólares en armamento y Trump lo celebró como si fuese el CEO de un país de su propiedad. «Nos gustamos mucho», dijo Trump tras cerrar el negocio. Su carisma consiste en reducirlo todo a la dimensión preescolar. Y su segundo mandato es, entre otras cosas, este espectáculo: verlo sumergirse en una jaula llena de escualos internacionales convencido de que los pobres pececillos son los demás. En las sobremesas con los príncipes, los jeques y los emires puede que Trump intente impresionarlos contándoles que le encantan esas túnicas y los edificios raros, soltándoles una de esas peroratas suyas megalómanas: «Por eso construí el casino Taj Mahal en Atlantic City, que abrió en 1990 y quebró en 1991, una cosa árabe, india, eso es, como vosotros: va a ser estupendo hacer negocios juntos».
Ábalos
La reacción del Gobierno a la publicación de los mensajes del presidente con Ábalos es contradictoria. Explican por un lado que no tienen importancia. Y por otro que forman parte de esa persecución nunca vista que sufre Pedro Sánchez. Amenazan, eso sí, con denunciar, aunque no se sabe a quién. A Ábalos no conviene enfadarle y sobre la UCO alguna responsabilidad tendrá Interior. La conclusión es que hay que escribir cada mensaje como si fuese a aparecer en el periódico. Yo no sé si estos del presidente y su ministro terminarán humanizándolos a ambos. Sánchez llama a la gente 'petardo' y 'pájara'. Lo siguiente es 'punto filipino' y 'tunanta'. Al mismo tiempo, cuesta no imaginar a su mano derecha poniéndose servil a su disposición («permanezco atento al teléfono») mientras responde con guiños y cachetes a las reverencias de los camareros y avanza decidido hacia el reservado del asador. Ábalos ha dicho que guardaba la mensajería con las autoridades porque ha vivido momentos históricos y planeaba escribir sus memorias. La modestia es notable, pero sabemos cómo va lo de la corrupción y no parece improbable que el exministro no termine siendo testigo de los momentos históricos, sino más bien protagonista.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.