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Navidad

A medida que envejecemos, la Nochebuena se va cargando de espectros y sombras

Jueves, 26 de diciembre 2019, 00:17

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Mi hija (que no es millenial, sino generación Z, o sea, más joven que los millenials de los que se habla tanto) dice que las ... Navidades tienen una maldición por haber cristianizado los viejos festivales de invierno (en lo referente al sentido del humor, creo que la generación Z y los millenials no se diferencian mucho). Total, que los viejos dioses siguen ahí debajo, vencidos, pero no acabados como en una novela de Neil Gaiman y vengándose con mala leche y astucia. Son ellos los que invitan a los fantasmas a la mesa de Nochebuena (fantasmas del pasado, del presente y hasta del futuro), los que incitan al exceso que alimenta la resaca, los que calientan las discusiones familiares para llevarlas al fuego de la discordia. Están resentidos estos viejos dioses, a pesar de que en los cómics y en la novela fantástica tienen una nueva vida, y, como venganza, se dedican a organizar las cenas de empresa que no salen del todo bien y las reuniones de viejos amigos que terminan como el rosario de la aurora. Son ellos, también, los que hacen girar el bombo de la lotería para hipnotizarnos con el hechizo de la suerte, ese espectáculo de fuegos de artificio que produce una locura temporal semejante a una inundación brillante y seductora: cuando se retiran las aguas, resulta que esa fuerza portentosa que iba a arreglarlo todo ha sido una marea y un chispazo, un poco más de lo de siempre: fantasía, ilusión y negocio seguro para la casa.

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