Nuestro momento de la verdad
Los ciudadanos tenemos que actuar en la crisis por el coronavirus con la ejemplaridad que no vemos en quienes ocupan los cargos
Ya ha llegado. De hecho, hace semanas que llegó; pero nos lo ocultaron, como las realidades desagradables de la vida que se les cuenta demasiado ... tarde a los niños pequeños, porque se desconfía de su capacidad de entenderlas, de actuar apropiadamente. Y ahora, cuando resulta innegable que la situación es peligrosa y las autoridades han acabado por reaccionar, la cuestión es: ¿qué puede hacer cada ciudadano para contribuir a superar esta catástrofe? Pues asumir que nos encontramos ante nuestro 'momento de la verdad'. Expresión con la que se denominan aquellas situaciones que nos ponen a prueba y acarrean graves consecuencias. También es el nombre de un célebre libro de management publicado por Jan Carlzon en 1987. En él, quien relanzó la aerolínea sueca SAS analizó las problemáticas que debe afrontar quien lidera un gran colectivo humano y en el que cada error puede acarrear graves efectos para todos.
Sus recomendaciones de empoderamiento de todo el personal resultaron revolucionarias, confiriendo a Carlzon una fama mundial: información veraz y amplia, concienciación de la trascendencia de cada comportamiento, protagonismo de la motivación sobre la imposición. Desde entonces, la gran mayoría de las organizaciones excelentes siguen estas premisas; tanto se han generalizado que ya ni nos acordamos que fue Carlzon quien las popularizó. Desgraciadamente nuestras autoridades no le han leído; solo mandan, no lideran con el ejemplo.
Si hacemos un recuento, asombra la sucesión de negligencias que venimos sufriendo en esta epidemia. La más alucinante fue que el experto portavoz Fernando Simón (detrás de cuya ciencia se viene refugiando el Gobierno) afirmase hace tres semanas que no había llegado el virus a España, cuando ya se había producido un fallecimiento; anunciando también que no le recomendaría a su hijo dejar de acudir a una masiva manifestación feminista que jaleó y encabezó el propio Gobierno (llegando a reunir 120.000 asistentes). Y a los pocos días nos enteramos de que dos ministras y la esposa del presidente del Gobierno, que fueron a esas concentraciones, están infectadas.
Si uno introduce en un buscador 'Irene Montero tose' puede verse un vídeo de la ministra haciéndolo sobre una manifestante. Aún más chocante fue ver por televisión al vicepresidente Iglesias -marido de la enferma Montero- violar la cuarentena a la que están sujetos todos los que han convivido con una persona infectada; y además nos informan de que pasó seis horas discutiendo con el presidente del Gobierno... ¿Qué esperan de la gente dando semejante ejemplo?
Pero la cosa no queda ahí. Ante una pandemia global, que requiere coordinar ingentes recursos de todo tipo, el lehendakari Urkullu y el president Torra nos salen con que la aplicación transitoria del sstado de alarma es una ¡invasión de competencias autonómicas! Al cúmulo de despropósitos no ha faltado Vox -partido paladín de la claridad, la contundencia y la coherencia- que, a pesar de los peligrosos indicios, celebró una convención con 9.000 asistentes, resultando infectado su dirigente más provocador. A esta retahíla también se ha sumado el expresidente Aznar, que se ha desplazado a su residencia veraniega de Marbella, con todo su séquito de guardaespaldas, sin seguir los consejos de permanecer en su domicilio.
Y ahora, conscientes de que el liderazgo viene fallando, ¿qué hacemos? Pues mentalizarnos de que ha llegado nuestro 'momento de la verdad'; el de actuar con civismo, como ciudadanos autónomos, responsables y solidarios. Con la ejemplaridad que no vemos en quienes ocupan los cargos. Por eso debemos seguir estrictamente las instrucciones de circulación, saliendo fuera de nuestras casas solamente para las situaciones autorizadas. Y si vemos a alguien infringir la norma, es nuestra obligación cívica llamarle la atención; por el bien de todos. También debemos mantenernos alejados los unos de los otros y seguir las normas de higiene durante y después de salir a la calle. La peculiaridad de este virus es que sobrevive bastantes horas sobre las superficies.
A la hora de obedecer el mandato de las autoridades, esto debe hacerse sin reticencias ni dilaciones, porque así evitamos desgastar aún más a unos equipos de seguridad y sanidad sobrecargados de trabajo. En el ámbito del hogar, debemos facilitar la convivencia con las demás personas con quienes estamos recluidos. Para ello debemos tener una paciencia especial cuando afrontemos situaciones de nervios. Algo similar se puede afirmar de nuestras relaciones de vecindad; especialmente sin estamos cerca de una persona vulnerable. Es lo que debemos hacer, con determinación, con proactividad, con el convencimiento de que dependemos los unos de los otros para frenar la extensión del virus.
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