Matan a un muchacho
El asesinato de Samuel pasa al debate político mientras las autoridades piden prudencia
La madrugada del sábado un joven de veinticuatro años fue asesinado a golpes en el paseo marítimo de La Coruña. Se llamaba Samuel Luiz y ... era homosexual. También era auxiliar en una residencia de ancianos. Y un chico educado, luminoso, amigo de sus amigos. Esto último lo ha contado su propio padre, que ha pedido que no se utilice la muerte de Samuel con intenciones políticas y que, en lugar de banderas, a los actos en su memoria se lleve comida para la Cruz Roja, donde el chico se formó como sanitario.
No permitir que sean precisamente los padres de las víctimas los que destaquen por su serenidad es un modo mínimo y sensato de enfrentarse como sociedad a un crimen. Otro modo de hacerlo es recordando que ante alguien a quien le han arrebatado la vida salvajemente hay muy poco que decir que sea más hondo y verdadero que el silencio. Un elemental respeto invita a agachar la cabeza, sentirte cerca y hacerte a un lado. Porque lo ocurrido es irreversible. Y entenderlo es una forma de dignidad.
Sin embargo, qué le cuesta a Juan Carlos Monedero sacar el telefonito y tuitear una basura que relaciona el asesinato de La Coruña con una bandera LGTBI que el alcalde Almeida no puso en Madrid. Ese tuit ha sido el acmé de una reacción automática y tremenda: incorporar el crimen al argumentario político del día. Ha sucedido sobre todo en las redes. Y han participado en mayor o menor medida tres ministras. No importa que las autoridades cercanas a la investigación, desde la alcaldesa de La Coruña al ministro del Interior, pidiesen prudencia y recordasen que la Policía trabaja con todas las hipótesis, desde que a Samuel lo atacaron por su orientación sexual hasta que el joven se cruzó con una jauría que utilizó la excusa de una videollamada para iniciar una pelea como tantas veces se utilizó la de pedir un cigarrillo. Lo humano habría sido esperar. Y evitar que el asesinato de un muchacho de 24 años se incorporase al instante a la tertulia eterna de una esfera pública polarizada y repulsiva. Lo digno habría sido tener más prisa por acompañar a la familia de Samuel Luiz que por anotarse su cadáver como quien se anota un tanto en la discusión constante y fanática que al parecer explica entre nosotros cada vez más existencias.
Gobierno
Ganas de crisis
La crisis de Gobierno comenzó a sonar en junio y fue confirmada hace unos días por Pedro Sánchez. «No entra en mis planes», dijo el presidente. Debió de ser en ese momento cuando los ministros comenzaron a mandarse mensajes alarmados. Y a llamar nerviosos a los periodistas de su confianza: «Oye, ¿tú sabes algo de lo que pasa en el Gobierno?» La noticia es desde luego excelente. Las crisis ministeriales son la verdadera fiesta de la democracia. Todo en ellas es entretenidísimo: verles la cara a los ministros cesantes y descubrir en muchos casos su existencia; recibir a los nuevos ministros y asistir al expurgo de su Twitter y sus declaraciones de Renta; presenciar el hundimiento de quienes «suenan» para ministros y se quedan en nada. Se rumorea que los cambios pueden llegar este mismo mes. Sería perfecto: justo entre la Eurocopa y las Olimpiadas. A falta de Sanfermines, julio resuelto por el lado de la diversión.
Bezos
Los millonautas
Jeff Bezos, Elon Musk y Richard Branson disputan la carrera espacial de los millonarios y van a salir de la Tierra… este mes. Al menos, Bezos y Branson. Elon Musk quiere fundar una ciudad en Marte. No sabes qué pensar de estos magnates. Al principio, solo le ves ventajas a lo de que se ausenten del planeta. Pero luego piensas en la que pueden liar en el Cosmos y te asustas. En cualquier caso, apuesto por Elon Musk. Si las naves terminan en el planeta equivocado, es el que más posibilidades tiene de pasar desapercibido entre la población local.
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