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Novilleros

A la última ·

Acaba la temporada taurina y detecto un problema: los aspirantes a toreros tienen unos nombres poco llamativos

Acaba la temporada taurina y detecto un problema: los novilleros aspirantes a toreros tienen unos nombres poco llamativos y nada épicos. No son apelativos para ... triunfar. Solo me han llamado la atención El Mene, El Mella, El Primi y El Moro, que, bueno, pueden pasar. Más clásicos me han resultado Cid de María, Joselito de Córdoba y Álvaro de Chinchón, aunque, en fin, ninguno convincente. Comparen, por ejemplo, con aquella terna vasca de 1918: Chato de San Sebastián, Trueno de Bilbao y Chatillo de Baracaldo.

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Aquel año la pugna entre Rafael El Gallo y Juan Belmonte echaba chispas y en novilleros abundaban los nombres prometedores: Isidro Borrego El Pito, Juan de Dios Conejito Chico, que competía con Manuel Reyes Conejito de Sevilla. Y qué me dicen de Lagartijo de Madrid, Lagartija de Sevilla y Lagartijillo de Granada. Impresionaban ya con el nombre, pero en 2025, ¡uf!, he visto que en el escalafón aparecen un Borja, un Aarón, un Joel… Es difícil estimular pasiones toreras llamándote Bruno o Kevin, nombres reales de novilleros. Falta raza, casticismo y tradición.

Hace nada, diez años tan solo, estaban El Potro, Lagartillo, El Lauri, El Güejareño y un novillero de Cádiz llamado Sergio Salas El Pijorro. Si es que hasta los aspirantes franceses tenían nombres dignos del Cossío, caso de Dylan Raimbaud El Pajarito. Los novilleros del 2015 toreando en la provincia de Zamora, donde los topónimos anonadan, eran la esencia de España: una revolera de Juan de Castilla en Doney de la Requejada, una gaonera de Rodrigo Pipió en Brime de Urz o un molinete de El Corruco en Manganeses de la Polvorosa te transportaban al paraíso del purismo. Pero un natural de Juan Alberto… No lo veo.

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