Gobernar es resistir
Sánchez ha conseguido asentar la imagen de líder con sentido de autoridad, que con permiso de Iglesias empuña el timón del país
Después de unas semanas agitadas, la calma ha regresado a la escena política con el archivo de la causa del 8-M por la jueza ... Rodríguez Medel. El Gobierno ha podido respirar y, salvo Vox, los demás partidos saludan la decisión o, como el PP, la respetan. Al centrarse en una figura marcada por su posición dependiente, el delegado del Gobierno en Madrid, era difícil llegar más allá, porque ni él, ni las fuerzas militantes de la judicatura de Estado iban a relatar cuáles fueron las comunicaciones en esos días; por consiguiente, el visto bueno de Franco a la manifestación, y a otros actos masivos del momento, pudo lo mismo depender de una comunicación oral no registrada que no depender de la misma, porque simplemente no habría existido, según su declaración. El único punto contradictorio era la información del peligro a su entorno administrativo, sin extenderla a la manifestación «por ser un derecho fundamental».
Habrá que contárselo en lo sucesivo al virus del Covid-19 para que respete los derechos fundamentales. Por otra parte, el borrado en la Red de los informes televisados de Fernando Simón hasta el 7 de marzo, y de la mesa redonda del 4 con su intervención, todos ellos bien ilustrativos, dejan a la opinión pública a solas con la versión oficial. Esta resultó además reforzada día a día con opiniones e informes que han creado una cortina de espeso humo en torno a la eventual negligencia culpable. Incluso se habló de linchamiento mediático de Franco -en todo caso sería de Fernando Simón o de la jueza- y de expresión derechista del odio a la mujer. En esta versión trágica de 'Primera plana', el sheriff y el gobernador parecen haberse salido con la suya. De paso aprendemos que las movilizaciones multitudinarias en tiempo de epidemia son inocuas.
Queda por ver si el archivo de la causa por la jueza ha sido total o tiene algo de suspensión, en la medida en que el hecho de no haber encontrado indicios de culpa se ve acompañado en su auto por la insistencia en que la celebración de actos de masas supuso un gran riesgo. Y por debajo del resultado del episodio, quedan en pie dos cuestiones de primera importancia. La primera ha sido el golpe dado por el ministro del Interior, Grande-Marlaska, y avalado por el Gobierno, a la división de poderes. Está claro que nunca Sánchez aceptará, como Conte en Italia, que un juez o un fiscal le interrogue tranquilamente sobre sus errores o responsabilidades. Nada importó que un documento oficial probase la mentira del ministro al informar. Los leones bajo el Trono de Jacobo I Estuardo se han transformado en mastines al presionar contra la actuación de la jueza Rodríguez Medel.
La acusación de «voraz» y de promover «una causa general» va más allá de ignorar la historia del Derecho y nos coloca en la órbita de las descalificaciones de Vishinsky. A ver quién se atreve ahora a actuar con plena independencia cuando pueda incomodar al Ejecutivo. Y, en la otra vertiente, se ha hablado de errores manifiestos y mutilación de documentos en los atestados de la Guardia Civil. Aquí en cambio no basta con la descalificación. Hay que depurar responsabilidades si eso ha sucedido.
En todo caso, la victoria del presidente es incuestionable. La ampara algo de mucha mayor importancia: el éxito hasta ahora de la desescalada. Así que una vez más triunfan los métodos de marketing político, diseñados verosímilmente por Iván Redondo, que comentaristas como Rubén Amón vienen detectando. Tenemos ante nosotros una sucesión de golpes y de fases de apaciguamiento, orquestados desde el Gobierno, a favor de la total inercia de la oposición conservadora. En momentos álgidos, para empujar al PP hacia Vox y conjurar las críticas, Iglesias denuncia la conspiración contra la democracia y el Gobierno moviliza sus recursos contra todo adversario. Pasada la tormenta, como ahora, llega la calma, el olvido obligado de un pasado trágico que el Gobierno no pudo evitar, igual que les pasó a otros gobiernos europeos, claro. Ante el futuro, Sánchez está en condiciones de asumir el papel de buen tutor que resolverá los terribles problemas económicos, siempre sin precisar cómo. Poner sobre la mesa datos y previsiones sería comprometerse.
Por encima de sus limitaciones a la hora de diseñar políticas susceptibles de afrontar crisis, como la del virus o la económica que se viene encima, Sánchez ha conseguido asentar la imagen de líder con sentido de autoridad, que con permiso de Iglesias empuña el timón del país. Tiene a su alrededor un eficaz aparato de control de la opinión que deja fuera de campo la heterogeneidad, política y personal de su Gobierno, porque no todos son Calviño, Robles o Yolanda Díaz. Si la pandemia lo permite, verá realizado su sueño de los cuatro años en la presidencia.
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