El futuro, en juego
Editorial ·
La urgencia de adecuar el sistema educativo vasco a los nuevos desafíos sociales coincide con una caída de sus alumnos al desplomarse la natalidadel correo
Martes, 10 de septiembre 2019, 00:19
El curso escolar arranca con el primer descenso de alumnos en más de 15 años en la enseñanza vasca. Una caída con una significativa incidencia ... tanto en Infantil como en Primaria que ha obligado a cerrar 48 aulas. Nada que, por desgracia, no fuera previsible ante un sostenido desplome de la natalidad como el que sufre una Euskadi envejecida y con efectos ya visibles, aunque sus consecuencias más serias se dejarán sentir a medio plazo, y cuyo combate debería figurar en un lugar destacado en la agenda de prioridades de las instituciones. Con toda probabilidad, ese retroceso de estudiantes se intensificará de forma apreciable en los próximos ejercicios, lo que constituye todo un reto y, a la vez, un nuevo foco de tensión en un sector caracterizado por la alta conflictividad y unos resultados no siempre acordes con el esfuerzo inversor realizado en él.
Poco puede extrañar que la disminución de las matriculaciones -todavía leve- haya afectado sobre todo a la red concertada tras el deterioro de su imagen en los últimos meses por un pulso laboral llevado al extremo y lejos de estar en vías de solución. El sistema educativo se ve así abocado a una paulatina reorganización interna para adaptarse a una reducción del alumnado que, como si fueran los eslabones de una cadena, acabará por extenderse a cada una de sus etapas hasta llegar a la Universidad. Ese proceso coincide con la imperiosa necesidad de adecuarse a las profundas transformaciones sociales y tecnológicas que se suceden a una velocidad de vértigo para ofrecer una respuesta satisfactoria a las nuevas exigencias de un mundo globalizado y cambiante. Aunque ya ha dado pasos en ese sentido que sería irresponsable desdeñar, un desafío de tal magnitud requiere una reforma de enorme calado en el sector que, para ser efectiva, ha de contar con la implicación directa de todos sus agentes -incluidas las familias- y fundamentarse en un acuerdo político transversal de amplio espectro que garantice su aplicación sea cual sea el color de los sucesivos gobiernos. Solo así, y con una suficiente dotación de recursos económicos y de profesionales, será posible alcanzar el nivel de excelencia al que debe aspirar la enseñanza en Euskadi. Un objetivo irrenunciable porque de él depende la formación de las nuevas generaciones llamadas a gestionar su futuro.
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