Controlar la playa
Furgón de cola ·
La canción del verano debería ir sobre aglomeraciones en los arenalesEl mayo francés estableció que bajo los adoquines estaba la playa. Era una metáfora. Porque lo que conviene que esté bajo los adoquines es el alcantarillado. Pero los jóvenes del 68 utilizaron la playa como símbolo de libertad. Bien pensado, jóvenes del 68. La playa tiene algo de ideal político. Es un lugar sin apenas normas en el que la gente consigue ser feliz de un modo simple, igualitario y natural. Si se fijan, la playa es un lugar al que uno se «escapa». Nadie se escapa a la oficina. O al menos nadie lo hacía hasta ahora. Después de dos meses teletrabajando con los niños en casa, muchos padres están deseando volver a su puesto de trabajo en plan relax, así estén empleados en una mina de azufre.
La verdad es que la capacidad transformadora del coronavirus es asombrosa. Porque la playa sigue sin estar bajo los adoquines, pero los policías, la normativa y las sanciones van a trasladarse a la playa. Atención a la restricción: «Prohibido tumbarse a tomar el sol». Suena rarísimo, pero en lugares como Barcelona ya se venía aplicando estas semanas de un modo oficioso, para garantizar que la gente solo estuviese paseando o haciendo deporte y evitar así aglomeraciones. Ahora sabemos que algo parecido puede pasar en las playas vascas: la prohibición de tomar el sol en fechas en las que se prevean avalanchas de gente.
Lo decidirán los ayuntamientos en un movimiento puramente defensivo. Por más que en la playa corra el aire, hay que evitar multitudes. Y eso implica controlar aforos como en las discotecas y que la gente se olvide de las palas y el fútbol en la orilla o de los típicos asentamientos familiares con sombrillas, hamacas e iglúes para el chiquillo.
Ahora que en los bulevares de París no hay adoquines desde que De Gaulle mandó asfaltar, igual la cosa ha cambiado y las piedras están bajo nuestras playas. Los arenales van a seruno de los puntos difíciles del verano. No descarten que algún jubilado tanoréxico termine guiando a un ejército de aborígenes y turistas, de surferos y adolescentes, al choque contra las fuerzas del orden mientras vuelan tumbonas y el vendedor de barquillos se encarama al puesto de socorristas para coger la bandera roja y ondearla sin dejar de cantar 'Un día más', como en 'Los miserables'.
MARLASKA
Injereciando
Cesar al jefe de la Guardia Civil en Madrid y que el número dos del cuerpo dimita a continuación es para Marlaska el «proceso natural de sustitución de los equipos». El modo natural de calentarte la cena será entonces incendiar el edificio. Tras insistir en que no pasa nada, el ministro anunció ayer el remate de la equiparación salarial para policías y guardias civiles. Le quedó discretísimo. Solo le faltó volcar una bolsa llena de sextercios sobre el atril. Ayer volvieron los periodistas a Moncloa, pero para entender algo deben ir mejor exégetas y criptógrafos. Porque el Gobierno trabaja lo inexplicable. Marlaska ayer se matizaba a sí mismo los tiempos verbales: «Indicar que a mí se me ha indicado o se me indicó…». Lo escuchas y crees que te estás volviendo loco. «Injerencia es la palabra que nunca conjugo», dijo Marlaska. Ojalá lo hubiese matizado: «Injerencia, pero también batiscafo. Batiscafo es otra palabra que no conjugo».
OMS
Virus de vuelta
María Neira, directora de Salud Pública de la OMS, cree que es difícil que haya un segundo brote «importante» de la pandemia. AHans Kluge, director de la OMS en Europa, le preocupa «mucho» que en el otoño llegue una «doble ola» protagonizada por el covid-19 junto a la gripe y el sarampión. Convendría que la OMS se pusiese de acuerdo, pero cabe suponer que todo el mundo está posponiendo los réditos, el ruido y el relato para prepararse para el otoño. Por si pasa. Quedan cuatro meses. Ynadie podrá decir ya que no se pudo ver venir.