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Un periódico me pidió unas líneas acerca del concepto de innovación desde mi visión de la idea de innovar. Nunca había pensado sobre esa cuestión, ... al igual que sobre tantas otras. Innovar lo asociamos con novedoso. El diccionario lo define como mudar o alterar algo introduciendo novedades. Es decir, una especie de reforma o incorporación, pero sobre algo ya preexistente, no un invento. Me interesó más, para reflexionar sobre ello, la segunda acepción de innovar (aunque el diccionario la considere en desuso), que es volver algo a su anterior estado, al primero, a su naturaleza original. Me gustó la idea y la interpreté subjetivamente respecto a mi actividad de escribir novelas. Pensé que me encantaría conseguir alguna vez, con una novela, hacerla volver a su anterior estado, al primigenio virtual, y de ese modo mejorarla.
Me refiero a cuando la has terminado y al revisarla te das cuenta de que toda la suma de impericias, voces equivocadas y opciones erradas (a veces también con hache) que has ido tomando, han desvirtuado la idea estupenda, inmaculada y conseguida que tenías de esa novela en la cabeza, antes de tomar el inseguro, mutante, tortuoso y siempre imperfecto camino de escribirla. Y visto el resultado, desearías a veces que te hubiera visitado durante el proceso de escribirla el mono boreal de cara negra del bestiario fantástico chino, que cita Borges, cuya dedicación es beberse la tinta (ahora, comerse el ordenador). No estaría mal conectar la mente a una especie de programa de innovación que te permitiera la limpieza del error final y dejara lo escrito depurado, como al ideal principio, cuando era una entelequia. Podría anunciarse así: «Innovación, el detergente literario que nunca falla. Nada que ver con la inteligencia artificial, sino con escudriñar la suya».
Volviendo a la acepción reformista, en la novela 'El gatopardo' (y obra maestra la película de Visconti), Lampedusa pone en boca de su personaje, el príncipe Salina, que ve cómo su mundo aristocrático se desvanece porque los tiempos cambian, su idea de innovación, que se basa en que es necesario admitir que cambien muchas cosas para que nada de lo esencial cambie y no se pierda el poder. Y hay que tener cuidado con la idea de innovar en el sentido de volver algo a su estado anterior si su interpretación se hace desde perspectivas reaccionarias. Conocí a inflamados patriotas que se remontaban a las guerras carlistas, y a la aldea de Astérix como ideal de arcadia. En el presente, en cuanto al nuevo orden mundial que intentan Trump y Putin, su sentido de la innovación se parece demasiado al nazismo.
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