Sujeto, verbo, predicado
Cuando busco un adjetivo sobrevuelo los infinitos matices de la lengua. Con los bolsillos llenos de ellos, me siento a escribir mirando por la ventana ... esta actualidad convulsa, perversa, inexplicable, donde el lenguaje se vuelve una bayeta sucia que se pasa por las superficies una y otra vez, para simular brillo, transparencia y una ética inexistente. Sujeto, verbo y predicado, aconsejan los manuales de la comunicación, pero el documento en el que el PSOE nos presenta por fin las negociaciones secretas con Junts está confeccionado como la carta de un restaurante buffet; sírvase usted mismo.
Yo preferiría que los políticos no se encargaran de contarnos la realidad como si se tratara de una ficción en capítulos, donde, como en las malas novelas, se sospecha el final desde la primera página, o lo que es peor, que en un documento de carácter contractual se distorsione la historia y se embarre el texto lo suficiente como para que solo ellos sepan a dónde van.
No sé cuánto aguantaremos la invasiva presencia de estos Hamelines que sacan del ruedo a los ciudadanos con sus conciertos embaucadores, pero les confieso que el ruido que hacen está empezando a parecerme tan ensordecedor como para que la voluntad no me alcance para reflexionar. Quizás ese haya sido siempre el objetivo, convertirnos en suplentes, mandarnos al banquillo, mientras ellos juegan el decisivo partido, para quizás, en los segundos finales, sacarnos al césped y hacernos creer que somos esenciales. «Cariño, vámonos a la cama que nuestros invitados muestran síntomas de querer dormir». Eso dice un conocido cuando quiere echarme de su casa.
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