Baúles de lujo
Los millonarios de hoy pagan un dineral por traspasar una puerta prohibida
Como lo de viajar se ha puesto infernal, algunos privilegiados tienen una especie de agentes de viajes privados, casi detectives, que los llevan a lugares ... en los que conocen los secretos de esos rincones del mundo adonde algunos no llegaremos y donde pasa o ha pasado algo interesante. La moda ha creado un mundo paralelo, una ficción de modelos de belleza que se pasean por el territorio del consumo de lujo ignorando la otra cara de la moneda. No hay 'influencer' o cantante o 'famoso' que no encargue a las grandes firmas algún complemento que advierta a quien le observe que ha llegado al club privado de los anagramas.
Los millonarios de hoy pagan un dineral por traspasar una puerta prohibida. Es la versión mitómana de las emociones fuertes que otros persiguen viajando durante siete minutos a la estratosfera o encargándose una grifería de oro para el baño. En Asnieres-sur-Seine, a unos cuarenta kilómetros del centro de París, hay una casa de color crema, contraventanas verdes y tejado granate en la que vivió el fundador del imperio del lujo Louis Vuitton desde 1859 hasta su muerte. Su único hijo, Georges, le añadió un ala 'art nouveau' y fuera del jardín está el taller inicial de los famosos baúles y maletas; una construcción estilo Eiffel de vidrio y acero.
Allí, hoy, 250 artesanos trabajan como hace 150 años usando las mismas herramientas, sus manos confeccionando artículos capaces de transportar lo que deseen los clientes más exigentes del mundo, por muy complejo que sea el encargo. Relojes, joyas, raquetas de tenis, paraguas. bicicletas, máquinas de escribir, libros, palos de golf, botellas de champán, copas de coctelería y vajilla fina… También se hacen baúles-tocador, baúles-cama y baúles-escritorio. La lista de compradores está guardada en una caja fuerte y se remonta a la emperatriz Eugenia de Montijo, pasando por Sara Bernhardt o el mismísimo cocinero Ferran Adrià, que encargó un baúl para que viajaran seguros y protegidos sus enseres de cocina.
El taller es en sí mismo un tesoro, y por ello está fuertemente custodiado por vigilantes de seguridad y circuitos cerrados de televisión, así que ni se les ocurra merodear o acabarán charlando con los gendarmes. Hay baúles que fueron creados para que cupieran bajo las camas de los camarotes de los transatlánticos, y uno de esos modelos, el Cabine, cuesta unos 36.000 euros. Ahora los jóvenes encargan baúles para zapatillas, o para ropa deportiva, que cuestan entre 180.000 y 250.000 euros. No sé quién lo dijo, pero esto lo confirma; hay un mundo distinto en este, al que muy posiblemente nunca accederás.
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