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Esta semana hemos sabido que nuestro país acababa de firmar un contrato con una empresa israelí por valor de 6,6 millones. La noticia se ... publicó en el BOE el Viernes Santo, posiblemente con la esperanza de que ese día todos prefirieran tomarse una cerveza tras la procesión que leer tan suculenta publicación. Pero se supo y Sumar se agarró a ello para hacer una muesca más en su culata. El escándalo con toques de moralidad apestaba a torpeza. Desde el inicio de la guerra en Gaza, este país, o más bien sus gestores, ha contratado compras a la industria armamentística de Israel por valor de más de mil millones. Parte de los 46 contratos firmados aún no se han formalizado y al paso que vamos puede que no lo hagan. Algunas de estas compras son insustituibles porque hay empresas españolas que necesitan componentes que únicamente son fabricados allí. Así que este asunto quedará en agua de borrajas siempre y cuando no se necesiten airear las miserias para conseguir objetivos en el ámbito del puñetero poder.
Por mucho que nos pongamos estupendos, la transparencia en las partidas, ya sea de armas o de piruletas, no existe. Y una acaba hasta la peineta de estas pataletas moralizantes que los partidos, gobiernen o no, nos ofrecen. La información es el arma más valiosa que poseemos, y a estas alturas creo que muchos ciudadanos aceptarían cualquier propuesta política que viniera de la honestidad. A Dios rogando y con el mazo dando. ¿Y qué pasa con el petróleo que compramos a Rusia? Si hubiera transparencia, desaparecería la mitad del fango que tanto le preocupaba a nuestro presidente hace un año y Ábalos no habría ido en las listas del PSOE.
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