La adicción
Los libros buenos tienen algo peligroso porque te van a hacer pensar en las cosas
Siempre me ha gustado este momento del año. Me recuerda a mi juventud. Principios de junio, qué maravilla. Cuando ya se acababa el curso y ... se vislumbraba el verano: los libros en la calle, Roland Garros en la tele y las heladerías. Mejor si no llueve mucho. Me entristece que llueva durante la feria del libro.
Los libros han sido mi debilidad y mi fuerza. En casa tengo, todavía sin abrir, más de los que podría leer aunque viviera cien años. Pero seguiré comprando libros. Porque no puedo evitarlo. Empecé a mirarlos con fascinación hacia los quince años y hasta hoy. De todas formas, entiendo que hay maneras de vivir en las que no resultan necesarios. Según estadísticas recientes, más de un tercio de la población confiesa no haber leído jamás un libro. Pero esos son los que lo confiesan. Porque luego están los que no lo confiesan, pero que tampoco se compran un libro ni por error.
A nadie se le puede obligar a leer, claro. E intentarlo puede ser contraproducente. Precisamente, lo bueno de los libros es leerlos porque a uno le da la gana. Porque a una le apetece mucho. Hay algo que solo está en la literatura, pero solo los que leen habitualmente pueden saber de qué hablo. Los que desconocen ese tipo de experiencia ignoran lo que se pierden. Los libros son puertas. Abres una y, tras esa, hay tres o cuatro que también vas a querer abrir. Aunque algunas las cierres de inmediato. Por eso hay gente que necesita leer tanto como respirar. Gente que siempre tiene un libro entre manos. Naturalmente, esta clase de tipos no abunda, pero su número tampoco disminuye. A pesar de este extraño mundo tecnoconsumista, acelerado y audiovisual, el número de lectores no disminuye, pues su existencia no depende en absoluto de las modas sociales. Los libros nunca han gustado a las mayorías, me temo. Ni lo harán. La gente, ya sabes, tiende a sospechar de ellos.
Últimamente se oye hablar con cierta frecuencia de la muerte del libro y tal, pero no. Hay personas instruidas, al menos en apariencia, que al abordar este tema lo hacen de un modo atolondrado y funesto. Porque nunca se dejará de leer. Por supuesto hay montañas de libros malos, pero si pillas uno bueno (y también hay montañas de estos) ten cuidado: puede que no salgas indemne. Los libros buenos tienen algo peligroso porque te van a hacer pensar en las cosas. Y eso a veces conlleva un riesgo. Te puede cambiar. De hecho, no hay nada más fascinante en este mundo que la inteligencia. Y los buenos libros están hechos con eso. Con esa adictiva substancia. La inteligencia humana, digo. El que la prueba una vez ya no puede dejarla jamás.
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