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Aguador

La vida política no debiera dar la tabarra en verano, pero la pesadilla va para largo

Viernes, 19 de julio 2019, 00:39

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Se me cerraban los ojos arrullada por la brisa y las olas del mar, pero la rabia no acababa de dejar paso a la pereza. ... Había estado jugando a adjudicar adjetivos que no tuvieran la turgencia de un improperio, para dedicárselos a los líderes políticos del país, a los que ya no les servían las reglas porque el bipartidismo no había sido elegido. Me cansaba no encontrar un vocablo para su desganada incompetencia, así que me fijé en un señor con gorra y gafas que iba y volvía de la orilla a una sombrilla cercana, cargando con dos cubitos de plástico; uno rosa y otro verde. Por el rabillo del ojo vi que su objetivo era saciar la hiperactividad de dos niñas idénticas, que destruían con tenacidad una construcción con almenas. Las niñas, ajenas a los viajes de su presunto abuelo y a su temprana edad para no pasarse de la raya, me recordaron a los ministerios que el pueblo español le debe a Podemos por estar en poder de la razón. Mi sopor estival no alcanzaba su zenit con aquellos pensamientos y temí volver a casa sin mi necesitada ración de ondas alfa y pereza veraniega.

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