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Robert De Niro, en 'El padrino II'.

'El Padrino II': El templo de una interminable representación

Tras cuatro décadas, el mosaico familiar de poesía y sangre, épica y violencia mantiene su vitalidad narrativa desafiando todos los tópicos

Guillermo Balbona

Jueves, 29 de octubre 2015, 14:48

Aunque el lado oscuro cubrirá el otoño cinematográfico, las pantallas viven impregnadas desde hace cuatro décadas de un eco sublime de poesía y sangre, de ... crimen y castigo. Ahora que todo se revela mediante una jerga codificada de juego de tronos, han transcurrido más de cuarenta años desde que los 'puñales en las miradas' de Shakespeare se clavaran en la crónica dura y sensible de una familia y de un ecosistema de honor, traición y asesinato. A ambos territorios sensoriales y narrativos, cumbres emocionales de una forma de contar el mundo, se accede a través de esa tragedia sobre el poder, parábola sensible y retablo dramático, que es 'El padrino II'. De los paisajes sicilianos a los días de la Revolución cubana, el trayecto vital y mortal, físico y moral de este decorado sin artificios donde la mafia, la familia, la muerte, las relaciones paternofiliales, lo iniciático y la experiencia, la tradición y la deriva personal, el código y la transgresión conviven bajo el friso de Corleone, apoyados, tanto personajes como espectadores, en una gran tragedia, como cariátides que sustentan el templo griego de una representación interminable.

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