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C. Ortiz
Martes, 8 de noviembre 2022, 02:25
Cuando el telón se abre y el público empieza a disfrutar del sonido de una obertura o aria de una ópera, de la que sea, es cuando se puede decir que acaba el trabajo de los programadores. Un trabajo que, normalmente, arranca entre 3 y 4 años antes. De hecho, con más de dos de antelación ya se cierra la contratación de los cantantes, gente muy ocupada y con agenda muy apretada. «Montar una ópera es un proceso muy complejo», sobre el que hablará esta tarde, a partir de las 19.30 horas, en la Casa de Cultura, Aitziber Aretxederra, responsable del programa didáctico de la ABAO.
Son numerosos los pasos que hay que dar con mucha antelación, aunque no sea hasta un mes antes de la representación cuando, realmente, arranca todo el proceso de montaje y entran en juego, además de la parte técnica, los artistas, que primero ensayan la parte musical y luego, añaden, casi al final, la de escena, con movimiento sobre las tablas. «Hay muchos equipos trabajando al mismo tiempo. Son muchos pequeños detalles los que hay que tener en cuenta para que luego el espectáculo, que es tan complejo y tan completo, resulte bien».
Incluida la programación de óperas que resulten atractivas para los socios, acostumbrados a ese tipo de propuesta musical; y de otras que logren captar el interés de público nuevo. Pero tan complejo como seleccionar los títulos es elegir las producciones. «Nosotros no las tenemos en propiedad, hacemos coproducciones con otros teatros. Y ésa es una parte decisiva porque abarca escenografía, atrezzo, vestuario, iluminación... y hay que tener en cuenta cuál se va a alquilar desde el punto de vista económico o técnico, para saber si es posible adaptarla a las dimensiones del escenario, por ejemplo», detalló Aretxederra.
De hecho, tiene claro que, a día de hoy, las alianzas entre teatros son fundamentales. «La mayor parte de los espectáculos que traemos son coproducciones. Estamos hablando de muchísimo dinero y se intenta que, una vez que se ha creado, tenga un aprovechamiento y la mayor durabilidad. Estamos hablando de que una producción, incluyendo cantantes, alquiler de teatro..., puede rondar, de media, el millón de euros».
Crear afición
Se trata, sin duda, de grandes montajes de los que «disfrutar en directo». Verlo en una pantalla implica, en su opinión, «un producto diferente a la ópera en sí misma. El arte en vivo, las energías de los cantantes y de los artistas hacia el público, lo pierdes». Distinto es el poder disfrutar de propuestas mucho más modestas, como las que puede acoger el Teatro Apolo. «Mi valoración personal es que es una fórmula que puede resultar positiva para quien se inicie. Incluso para hacer oído. Al principio, en este proceso de aficionarse a la ópera, vas cambiando y evolucionando en los gustos. Para empezar hay que hacerlo lo más fácil posible, y si es con títulos sencillos de escuchar y propuestas de cercanía, vayamos a por ello. Ya habrá tiempo de ir ahondando», valoró.
De hecho, en la ABAO tienen claro que «si quien se va a acercar a un hecho artístico lo puede comprender, tiene muchas más posibilidades de que le guste». Incluidos los jóvenes. Un público que miman y que poco a poco se va incorporando. «Estamos ilusionados, pero todavía cuesta porque es un porcentaje pequeño».
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