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Motos, motos y más motos, se fueron viendo muchas a lo largo de toda la mañana y, es más, cabría decir que la sensación de ... que los vehículos de dos ruedas iban a invadir ayer la ciudad ya se percibió en la tarde noche del viernes.
Tal y como habían previsto los organizadores de esta décima cita con el Mirandurgis, los moteros mirandeses del Gram-04, la falta de encuentros en Miranda por culpa de la pandemia habían acrecentado las ganas de quedadas, así que algunos decidieron que se podía empezar con la fiesta desde el viernes, y así fue.
Para los que anunciaron su presencia haciendo rugir los motores de sus máquinas desde ese momento ofreciendo su particular 'concierto' hubo premio. Tuvieron la oportunidad de disfrutar con la música de Hieronice en La Madre. Trasnocharon, no cabe duda, pero eso no les impidió estar ayer desde bien temprano en el punto de encuentro establecido para empezar a preparar la jornada motera que con tantas ganas estaban esperando. Tenía que arrancar el Mirandurgis y lo hizo. El sol brilló sólo por su ausencia; de hecho, poco después de que los moteros iniciaran la ruta de unos setenta kilómetros que les llevó hasta Salinas de Añana, comenzó a llover, pero eso no impidió que todos los actos se desarrollaran con brillantez.
«Si hubiera hecho algo mejor seguro que habría venido más gente porque hay quien, al ver las previsiones se ha echado atrás, pero estamos muy satisfechos con la respuesta», apuntaba Javier Marín, que recordaba que había moteros de «casi toda España; y hay incluso quienes han venido de Portugal o Francia.
Era el caso de Pablo Cillero y Patrice Ferreira que llegaron desde Saint Martin de Hinx, en Las Landas, que ya habían venido «a otras concentraciones. Vinimos la primera vez en 2017, y seguimos acercándonos a Miranda porque nos gusta mucho el ambiente que ha aquí. Es una concentración pequeña en la que lo fundamental es el buen rato que pasas con los amigos».
Con el mismo espíritu llegó desde Antezana Alfredo Verdugo, que acudió acompañado de su hijo Unax, de siete años, que quiere tener cuanto antes su moto propia. «Me gustan mucho y cuando mi padre me arregle una moto que tengo en casa, ya la llevaré yo solo», eso sí, «despacio, hay que ir despacio y no hacer el loco». Tiene claro Unax que el consejo que le ha dado su padre hay que ponerlo en práctica. Él lo trajo porque «una concentración como ésta, pequeña, es una buena manera de que vaya cogiendo afición».
A medida que pasa el tiempo van quedándose atrás, afortunadamente, algunos tabúes relacionados con el mundo de la moto y, citas como Mirandurgis sirven para ponerlo en evidencia.
Hasta no hace tanto era complicado ver a chicas al mando de máquinas potentes, con cilindradas de más de 500, pero poco a poco la imagen es más habitual.
Olga Fraidias ha sido testigo de este cambio paulatino. Ella llevaba una Honda de 750 y comentaba que «las chicas se están acercando cada día más al mundo de la moto. Yo cuando empecé era la única chica del grupo , y ahora ya estamos cuatro o cinco, así que sí, poco a poco somos más».
Ella no pertenece a ningún club, pero «siempre que llega este día les echo una mano a los del club» y, lógicamente disfruta. «Mucho, y hoy espero hacerlo más porque después de este tiempo en el que hemos tenido que estar sin poder juntarnos ya había ganas de organizar actividades como ésta».
Como el día no fue tan caluroso como los pasados las chupas de cuero y las prendas -también mayoritariamente negras- para protegerse de la lluvia las lucieron bien los más de trescientos motoristas que quisieron reencontrarse con sus amigos en la cita Mirandurgis.
Alrededor de las dos de la tarde es cuando volvieron todos tras hacer la ruta y llegó el momento de compartir mesa y mantel y repararse para todas las actividades de la tarde y de la noche.
Desde las cinco y media de la tarde se abrieron las puertas de la Fábrica e Tornillos y allí ya no sólo hubo moteros, también otros mirandeses ficionados a la música y el buen ambiente festivo, acudieron para disfrutar con el cierre que puso el grupo Sapo y el Sello.
Como siempre en la fiesta se entregaron los premios a los grupos más numerosos, a los más jóvenes y los mayores, o a los venidos de más lejos. Los galardonados se emocionaron, pero el sentimiento subió enteros cuando se recordó «a los que en estos años nos han dejado». No se hicieron distinciones, pero en la mente de todos estuvo Elvira Angulo. Su hijo, Javier Marín, lo sabía y lo agradeció.
350inscripciones se esperaban y acabó superándose la cifra para satisfacción de los organizadores de esta nueva cita motera en la ciudad.
10años. Ayer se llegó a la décima edición de la concentración Mirandurgis organizada por el club Gram 0-4. Fue el momento del reencuentro tras dos años de ausencia por la pandemia.
2días para disfrutar de las motos y de la música. Así se planteó el encuentro que arrancó en la tarde del viernes y concluyó ayer.
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