La cruz vuelve a coronar Ganalto
Vecinos de la zona de la Sierra de Badaia trabajaron durante horas para devolverla a la cima. «Si nos la quitan es como si nos faltase algo»
Toda una operación quirúrgica. La cruz de Ganalto ha recuperado este jueves el pulso tras más de tres horas de minuciosa intervención a 898 metros ... de altura; aunque aquí no había bisturíes ni pinzas, sino un soldador, una rotaflex y una grúa pluma. Al frente de esta compleja maniobra se encontraban los propios vecinos de la zona de la Sierra de Badaia que desde el primer momento se volcaron en devolverla a su lugar. Y vaya si lo consiguieron. Apenas 72 horas después del acto vandálico que la había arrancado de su base para después arrojarla ladera abajo, la cruz ha vuelto a reconquistar esta cima. Vuelve a ser ese histórico punto de referencia para los propios y ese icónico imán para los curiosos que transitan por este paraje natural.
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Los siete héroes de la hazaña inmortalizaron radiantes el momento junto a la cruz, que ya mira de nuevo al cielo. Todo comenzó en la tarde del martes tras rescatarla con la ayuda de dos todoterrenos del fondo de uno de los costados del monte. Pese a la pronunciada pendiente, nadie se echó atrás y fueron acompañando la maniobra palmo a palmo. Y ayer, poco después de las nueve de la mañana, retomaron el operativo en su fase crucial: la colocación del monumento. «Lo importante es que vuelve a su sitio, de donde no se tuvo que ir. Porque si nos la quitan es como si nos faltase algo», comentaron Isidro Otxoa de Eribe, presidente de la Junta Administrativa de Aperregi, y Alberto Barrón, presidente de la Sierra Brava de Badaia.
Un camión pluma elevó la estructura metálica de siete metros de altura y más de 300 kilos sobre las cuatro patas, con la caseta que la adorna mirando hacia el visitante. Tuvieron que esforzarse por encajar las piezas en su sitio, ya que como consecuencia de la caída las piernas se habían deformado. «Baahh... estamos acostumbrados a hacer estos trabajos, ha sido fácil», despachaban con total naturalidad José Ramón Otxoa de Eribe, José María San Miguel, Pedro Mari Sáez de Argandoña, Óscar Olave y Fernando Casi, presidente de los Excursionista de Manuel Iradier.
«Y si lo vuelven a hacer, volveremos a juntarnos para responder. Esta cruz tiene un arraigo especial»
Respuesta vecinal
Más de tres horas de tajo a 898 metros de altura, con una rotaflex, un soldador y una grúa pluma
proceso de colocación
En mitad de una espesa niebla y un frío que se clavaba en los huesos, el soldador se encendió para conectar las 'venas' de la cruz. Puntada a puntada, poco a poco fue asentando a la base. Para asegurar la cruz colocaron además unos refuerzos en las bases, una especie de venda para cubrir la cicatriz. Y culminaron la obra con una mano de pintura como lavado de cara. «No dudamos en juntarnos para reconstruir lo que otros se han cargado. Y si lo vuelven a hacer, volveremos a organizarnos para responder. Esta cruz tiene un arraigo tremendo para la gente de la zona y supone un referente para los visitantes», aseguró Otxoa de Eribe.
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Una cuarta vida
Se podría decir que la cruz inició ayer su cuarta vida. La primera, de madera, se colocó en 1900 siguiendo la recomendación del papa León XII. A esta le sustituyó en 1953 ya una de hierro, con mayor garantías. Iñaki Elejalde decidió entonces construir en 2003, junto con la Sociedad Excursionista Manuel Iradier, una nueva que le tomase el relevo. Esa misma que ayer resucitó de la mano de los vecinos.
En sus más de un siglo de vida la cruz, recuerdan los vecinos, «nunca había sido objeto de ningún tipo de ataque: ni pinturas, ni golpes». Era habitual, eso sí, que se le colocasen ikurriñas o banderas del Alavés, como muestra de haber alcanzado la cima. «No entendemos cómo alguien puede ser capaz de hacer esto, no tiene ningún vínculo político», censuró Casi. La familia de Elejalde le comunicó lo ocurrido con mucho tacto, y ayer por fin ya le pudieron dar la buena noticia. «Es nuestra cruz», concluyeron.
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Una referencia para los vecinos y un atractivo para los turistas
El habitual trajín por la Sierra de Badaia ayer se intensificó de forma considerable. Y todos tenían en su ruta el mismo destino: la cruz de Ganalto. «Quería ver cómo la devolvían a su sitio. Me dio mucha pena cuando me enteré, no le encuentro ningún sentido», confesó Itziar Vea-Murgia, antes de emprender el viaje de vuelta. «Siempre que llego a este punto acostumbro a tocarla». El mismo ritual tiene Kike Bengoa. «Estoy contento porque regrese a su hábitat», comentó este ciclista. El número de curiosos aumentó a lo largo de la mañana y las fotos se repetían una detrás de otra, sobre todo cuando la cruz ya volvió a su sitio. «Lo que están haciendo es la mejor respuesta al ataque», argumentaron Iñaki Revilla y Sergio Rincón. «Son unos héroes. Llega a pasar en cualqueir otro sitio y tardan hasta dos años en recolocarla», elogiaba Javier Alzola, agradeciendo la labor de los vecinos.
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