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Mingma con su hijo.
Expedición al Manaslu con Alex Txikon

Mingma, el conseguidor de ochomiles

Fernando J. Pérez

Lunes, 4 de enero 2021, 07:06

Katmandú tiene un millón de habitantes según el último censo de la ciudad, realizado en 2015. La cifra real es imposible de saber. Está rodeada de colinas en las que se asienta la clase pudiente de la capital nepalí, que busca alejarse de la contaminación y la insalubridad que carcome la ciudad. En lo alto de la más alta está la sede de Seven Summit Treck, la gran agencia de contratación de expediciones, tan venerada en Nepal como criticada en occidente.

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Ayer, Alex tenía que cerrar los cambios en la marcha de aproximación y algunos otros flecos de la expedición y le acompañé a ella. Es en realidad un gran chalet rodeado de jardines en los que lo mismo se chequean tiendas de campaña y se organiza la comida para una expedición que corretea en una moto de juguete eléctrica el hijo de Mingma Sherpa, su fundador y el primer sherpa en terminar los catorce ochomiles, en 2011.

Seven Summit Treck es un emporio que en las escuelas de negocio occidentales se estudiaría en profundidad si en vez de surgir en uno de los países más pobres del mundo lo hubiera hecho en cualquier europeo. Da trabajo a miles de personas, entre empleos directos e indirectos, y es la mayor empresa de Nepal. Eso, trasladado a Europa o Estados Unidos significaría un CEO, como se les llama ahora, estirado, trajeado y de imposible acceso para el común de los mortales, menos aun para un periodista.

Así que cuando quien te recibe sale del grupo de trabajadores que seleccionan la comida de la expedición al Manaslu, viste chancletas, un viejo pantalón de chandal y una camiseta raída, cuesta creer que es el todopoderoso ideologo de una empresa nacida hace solo diez años y que ahora gestiona más de la mitad de las expediciones anuales a los catorce ochomiles del planeta.

Le pido una entrevista y accede con una sonrisa que prácticamente no abandonará, por difíciles que sean las preguntas, en toda la conversación. Porque la entrevista se acaba convirtiendo en eso, un debate a tres bandas -Alex Txikon no se aguanta sin intervenir- en el que queda patente la diferente mentalidad de un pueblo, el sherpa, que tiene en las montañas más altas del planeta su principal -y casi única- fuente de recursos, frente a unos occidentales que las vemos como el patio de recreo en el que hacer realidad nuestros sueños.

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Y sin embargo ama a las montañas como el que más. Porque el brillo de sus ojos cuando explica que gracias a la pandemia ha tenido poco trabajo este año y ha podido escalar media docena de seismiles y sietemiles, alguno de ellos virgen, no se puede fingir. Y como prueba me muestra las manos con varias heridas aún sin cicatrizar.

Tras una hora larga de enriquecedora conversación y una invitación irrechazable a comer un plato de dal bhat en la misma cocina de la sede, entre decenas de cacerolas y utensilios utilizados en las expediciones, nos volvemos al hotel. En el trayecto, Alex y yo apenas hablamos. Las palabras de Mingma retumban en mi cerebro. La conclusión no es otra que quizás sería conveniente aparcar de vez en cuando esa superioridad moral con la que los occidentales nos movemos por el mundo para acercanos un poco a la realidad de unos países y sus habitantes para los que su primera preocupación aún es qué llevarse a la boca cada día.

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