Café de calidad, recetas del mundo y flores en Arvo (Bilbao)

En los cinco minutos que llevamos ojeando la carta hemos oído hablar en inglés, francés, italiano y algo que parece holandés, pero vaya usted a saber. Ni camarero chistoso, ni conversaciones de fútbol, ni copazos de sol y sombra para desayunar. Aquí se respira una tranquilidad en el ambiente que no es habitual en la típica cafetería española. Hasta que llegan tres americanas a la mesa de al lado y se ponen a dar cuenta detallada de sus últimos escarceos amorosos. Creerán que nadie les entiende... ¡ay, Bilbao, cómo has cambiao!

En el fondo, seas de Santurtzi o de Wisconsin, el café es la excusa para parar un momento, escapar de los quehaceres diarios y socializar un poco. Y ya que estamos, mejor hacerlo ante una taza de grano etíope cultivado a más de 1.800 metros de altitud que ante una de vulgar torrefacto ¿o no? Eso es lo que ofrece Arvo a un paso del Guggenheim: buen café, picoteo sano y ambiente cosmopolita.

La idea de montar algo así en Bilbao solo podía partir de una pareja de nómadas con muchos kilómetros a sus espaldas, como la que forman el húngaro Matyas Szerb y la madrileña Nuria Arias. Se conocieron en Australia, han recorrido juntos Europa, América y Oceanía, acabaron en Bilbao casi por casualidad y ésta es probablemente la ciudad donde más tiempo han echado raíces en los últimos años.

Atrevidos, emprendedores y apasionados del café de especialidad, cuando la pandemia les ató los pies a la villa de don Diego empezaron a dar forma a un negocio propio. Arvo parecía destinado a contentar a los guiris, pero cuál ha sido su sorpresa al darse cuenta que sus desayunos sin rastro de azúcar refinado han logrado conquistar también a un buen puñado de bilbaínos, especialmente los fines de semana.

Ofrecen cafés puros de Colombia, Vietnam o Etiopía levemente tostados y pasados por filtro, lattes de cúrcuma y matcha, kombuchas... y también el clásico expresso. Para acompañar, tostadas de masa madre con aguacate, hummus casero, crema de cacahuete eco, tahini o todo a la vez; boles de yogur con fruta, granola y sirope de ágave; sandwiches de champis con pesto vegano, ensaladas de burrata y otras delicias vigorizantes.

Desde hace dos meses trabaja con ellos un barista colombiano, Santiago, con el que han empezado a organizar catas, por aquello de educar el paladar del público. Que esto, por mucho que nos empeñemos, todavía no es Copenhague...