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Alfonso Fernández posa junto a Nolito. MAITE BARTOLOMÉ

Los dominios en Muskiz del toro Nolito

Cuatro generaciones de ganaderos y carniceros empeñados en obtener el mejor género

gaizka olea

Lunes, 4 de noviembre 2019, 16:28

Nolito posa para las fotografías como si estuviera acostumbrado; no se inmuta ni parece estar nervioso. Es normal, lo que se espera de una estrella de su nivel, campeón de España en el concurso de limusines de Salamanca en septiembre pasado. Tiene algo más de dos años, pesa más de una tonelada y es, hoy en día, una de las figuras de la granja que la familia Fernández Terreros tiene en Muskiz, muy cerca ya de la muga con Cantabria. También ellos tienen su historia, que empieza cuando el navarro de Leitza José Terreros Astibia llega a la localidad vizcaína, allá por 1908, y abre junto a su esposa, Julia Ruiz Morales, un despacho de carne. Desde entonces tiene la familia una carnicería a su nombre, tarea que completan con el cuidado del ganado con el que se abastecen.

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Criador de vacuno y porcino

Los tiempos, obviamente, han cambiado mucho, y la carnicería es hoy un local gourmet de género delicado y el responsable de que todo siga en marcha es Alfonso Fernández, el biznieto de José y Julia, quien dirige la actividad. Estudió Empresariales, trabajó en seguros y como comercial de carnes, pero siempre pensó que un día regresaría a los orígenes. «Tenía claro que quería trabajar para mí y hace unos 13 años lo dejé para volver a la carnicería y al cuidado del ganado», explica junto al pabellón donde descansan Nolito y unas pocas cabezas más.

La mayoría, unas 170 reses, de las que unas 90 son madres, aprovecha los últimos momentos de calor para triscar la corta hierba que sobrevive al verano. Dentro de poco entrarán en los establos para pasar lo peor de las estaciones frías y húmedas, no porque sufran con el mal tiempo, sino porque la tierra mojada se transforma en barro si lo pisan decenas de animales y ello perjudica los prados.

Un frontón lleno de triunfos

Si uno se fija en el frontón triangular de la cuadra comprobará que está llena de placas de los concursos en los que los limusines de los Fernández Terreros han sacado premio; en la entrada hay también colgadas varias escarapelas como las que Nolito luce para la foto. «Los concursos son un escaparate para los criadores», explica Alfonso. Y eso es importante en un sector tan competitivo como el de las reses finas, porque las hembras y los machos de calidad dan mucho dinero en vida para criar futuras generaciones.

La mejora genética de la raza en cuya crianza se volcaron hace unos 40 años permite, abiertos en canal, que los terneros de un año pesen hoy entre 350 y 400 kilos, frente a los menos de 300 de hace unas pocas décadas. Para ello eligen las hembras de mejor calidad y, en solitario o con algún ganadero amigo, se gastan dinerales por un toro, que según su porte, pedigrí o al calor de la puja puede superar los 10.000 euros.

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«Por suerte, en Euskadi somos punteros en mejora genética y sanitaria del ganado», añade Alfonso Fernández, valor del que se benefician vendiendo sus terneras a otras explotaciones. «Aquí hay granjas pequeñas pero de mucha calidad y bien cuidadas, mientras que en otros lugares de España, con explotaciones más grandes, siempre corren riesgos al convivir con fauna salvaje como jabalíes, ciervos o conejos». Sus enfermedades, obviamente, pueden dañar la salud de los ejemplares.

Nolito se queda

Los Fernández Terreros procuran sacrificar cada semana uno o dos terneros para su venta en la tienda y en los últimos años han empezado a capar terneros para criar bueyes, cuyas carnes hacen salivar de placer a los amantes de la parrilla. Además, desde hace una década crían también cerdos de la raza basatxerri, que crecen libres en fincas menos apropiadas para las vacas por su pendiente. Ahora mismo hay en algunos montes de Muskiz decenas de lechones sueltos para la cooperativa que factura su carne.

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A Nolito, sin embargo, no le debe de preocupar su futuro: será el primer toro nacido en la finca de la familia de Muskiz y le espera un porvenir como padre de sucesivas generaciones de limusines.

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