Los helados de Nossi-Be, un viaje a Madagascar sin salir de Bilbao
Historias de tripasais ·
De nombre africano, origen italiano y tradición bilbaína, esta heladería de la calle Navarra es más antigua de lo que se creíaSi nos hicieran un examen sorpresa de geografía es muy posible que no supiéramos nombrar la capital de Madagascar –Antananarivo–, pero en nuestro descargo podríamos ... decir que conocemos bien una de las islas de esta república del océano Índico. Antiguamente se llamó Assada, luego Ambariobe y finalmente Nosy Be, que en idioma malgache significa «isla grande». En Bilbao es conocida con la grafía que a partir de 1840 usaron las autoridades coloniales francesas: Nossi-Bé. Y según se mire puede estar a más de 8.000 kilómetros o en el centro mismo de la villa del Nervión, porque por algo su nombre lleva acompañándonos más de 120 años.
Esther Ortiz, maestra heladera y actual dueña del precioso local de Nossi-Be en la calle Navarra, se alegrará de añadir al menos una década a la edad de su centenario negocio. Hasta ahora se creía que este tostadero, pastelería y heladería comenzó su andadura en 1911, pero el edificio en el que se ubica ni siquiera estaba terminado entonces.
Antes de que la Sociedad Bilbaína encargara su construcción, había allí unos bonitos pabellones de madera en terrenos de la estación de la Concordia y en los que empezaron comercios tan señeros como la droguería Barandiarán y el mismo Nossi-Be. En 1900 'El Noticiero Bilbaíno' ya publicaba anuncios sobre las delicias que podían encontrarse en el «Tostador Nossi-Bé, pabellones de la Concordia número 8».
El italiano y la alavesa
En aquel tiempo era una mezcla de cafetería, confitería y tienda de delicatessen en la que se vendían roscones de Reyes, licores, bombones o fiambre de faisán. Por algo Nossi-Be estuvo asociado durante un tiempo a la Gran Charcutería Parisién, una tienda de exquisiteces cárnicas abierta a finales del siglo XIX en Artecalle por la sociedad donostiarra Ochoa y Petit.
Con el tiempo la charcutería de Artecalle 29 pasó a manos del dueño de Nossi-Be y por eso esa dirección figura como sucursal del tostadero en los anuncios antiguos. Entre 1904 y 1911 también hubo otra sede en el 13 de la calle Iturriza, en 1909 abrió otra en los pabellones Olimpia de la Gran Vía y en 1910 una más en Bidebarrieta. ¿Quién montó semejante emporio nossibero? Pues un ciudadano italiano llamado Giacomo (Jaime) Cerutti Zapetti.
Poco sabemos de él aparte de que su primer apellido confundía a los funcionarios –lo escribieron como Ceruti, Cherruti o Corutti– y que llevaba en España al menos desde 1882. Es entonces cuando aparece por primera vez en los archivos al casarse en Legutiano con la alavesa Eulalia Mendivil López de Vergara. Juntos probaron suerte con una expendeduría de tabacos (en Barakaldo en 1898) o los ultramarinos (Hurtado Amézaga, 1899) antes de triunfar con el aroma de café recién tostado que salía de Nossi-Be.
La isla de Nosy Be fue explotada por los franceses como colonia en la que se se cultivaba caña de azúcar, sésamo, maíz y café. Imagino que el señor Cerutti debió de ver el nombre en algún saco del obrador y le debió de parecer lo suficientemente exótico como para bautizar a su incipiente imperio. En 1901 Nossi-Be presumía de ofrecer a sus clientes repostería fina elaborada en sus hornos, chocolates especiales y «las mejores conservas nacionales y extranjeras».
Fue el 3 de abril de 1912 cuando, con el edificio de la Bilbaína casi completado, se inauguró el Nossi-Be que todos conocemos. Debió de ser un gran acontecimiento, ya que al día siguiente todos los periódicos hablaban de él: «el conocido repostero de esta villa don Jaime Cerutti ofrece en su nuevo establecimiento, decorado con gran lujo, todas las comodidades y esmerado confort». Con un salón para degustación y obradores en el sótano, Nossi-Be se convirtió en uno de los locales más elegantes de Bilbao donde merendar o –atención, hace 110 años– tomar «helados de todas clases».
Poco le duró la satisfacción a su dueño. Jaime Cerutti falleció apenas ocho meses después. Del negocio se encargaron su viuda y su hija Carmen, quien lo dirigió hasta su muerte en 1971. Después pasó a las buenas manos de Victoriano Ortiz Riancho (1917-2004), iniciado en el oficio en su Cantabria natal y bregado como heladero artesanal durante los años que pasó recorriendo Bilbao con sus carritos ambulantes. Otro día contaremos su historia.
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