La Virgen del Carmen vuelve al mar

1907fue el año en el que se celebró la primera procesión en honor a la Virgen del Carmen.

Si algo se percibía este sábado en Santurtzi era emoción y sentimiento. Las lágrimas se escapaban a miles de vecinos y visitantes que acudieron a la localidad incluso antes de poder ver a la Virgen. «Hemos venido muy pronto para coger un buen sitio, ya que luego se pone hasta los topes», comentaba la portugaluja Aurora Tenjido con una amplia sonrisa. De hecho, ya no entraba ni un alfiler en el parque central antes de que, a las seis de la tarde, las campanas de la iglesia anunciaran la apertura de las puertas el templo y apareciese la deidad. Los gritos y los aplausos en su honor lo inundaron todo.

Marian del Valle no pudo disimular su pasión. «Para mí es tan importante este día, que incluso he pasado el Covid, habiendo estado 20 días intubada, y no he podido quedarme en casa porque sé que estaría llorando de pena», aseguraba conmovida. «He venido embarazada de mi hijo, con él en sillita, he llegado a mentir en el trabajo para venir y sé que hasta que Dios me lo permita, seguiré haciéndolo», añadía. La devoción de Marian por la patrona ha traspasado las fronteras generacionales en su familia. Acompañada de sus hijos, su marido y su nieta, afirmaba «haber inculcado la tradición a todos los miembros». Es más, Rikar Herbosa, uno de sus descendientes, lleva tatuada a la Virgen en un brazo.

Uno de los momentos más emotivos del trayecto fue el aurresku bailado en honor a la santa, que dejó «sorprendidos» a muchos asistentes. «Ha sido muy bonito y emocionante verle bailar con la música de fondo. Se me han puesto los pelos de punta», aseguraba Alejandro Giménez.

La bilbaína Natividad Álvarez tampoco quiso perderse la cita. «Tengo muchísima devoción. Al final soy de Santutxu, y aquí también es una fiesta que se celebra. La verdad es que hacía falta volver a tener esta sensación de alegría», explicaba. Para ella y sus amigas, lo vital «es que no se pierdan estas costumbres, que los jóvenes también las vivan».

No muy lejos estaban Dorita García e Ino Mata, llegados desde Sestao y también irreductibles. «Echábamos mucho en falta la procesión, los dos últimos años fueron muy tristes», matizaron.

Tras recorrer la localidad, tocaba la procesión marítima, una tradición de los puertos pesqueros. Como en anteriores ocasiones la santa, montada en una espectacular decorada trainera, fue flanqueada por remeros, sardineras y feligresas. «Cuando suben a la Virgen al barco es algo único», confirmaba Aurora Tenjido, junto a su marido. Una vez en el puerto, emprendió el rumbo al mar, donde una multitud de asistentes la despedía entre llantos y aplausos. Dos horas después, los más animados volvieron al centro urbano para concluir la conmemoración con un baile popular en su nombre.