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Viernes, 16 de noviembre 2018, 00:22

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Hace unos pocos meses, Eduarda Lopes, de 13 años (en un tobogán con un móvil en las manos), vio cómo a su madre, Valdilene, la mataba una bala perdida en el barrio de Manguinhos en Río de Janeiro. Una de tantas muertes absurdas fruto de una violencia creciente que atrapa a Brasil en el incesante fuego cruzado entre pandillas y policías. Sólo en el estado de Río se han producido más de 4.500 asesinatos durante los primeros ocho meses de 2018, un 6 % más que en el mismo período de 2017.

Pilar Olivares - REUTERS
Hace unos pocos meses, Eduarda Lopes, de 13 años (en un tobogán con un móvil en las manos), vio cómo a su madre, Valdilene, la mataba una bala perdida en el barrio de Manguinhos en Río de Janeiro. Una de tantas muertes absurdas fruto de una violencia creciente que atrapa a Brasil en el incesante fuego cruzado entre pandillas y policías. Sólo en el estado de Río se han producido más de 4.500 asesinatos durante los primeros ocho meses de 2018, un 6 % más que en el mismo período de 2017.
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Hace unos pocos meses, Eduarda Lopes, de 13 años (en un tobogán con un móvil en las manos), vio cómo a su madre, Valdilene, la mataba una bala perdida en el barrio de Manguinhos en Río de Janeiro. Una de tantas muertes absurdas fruto de una violencia creciente que atrapa a Brasil en el incesante fuego cruzado entre pandillas y policías. Sólo en el estado de Río se han producido más de 4.500 asesinatos durante los primeros ocho meses de 2018, un 6 % más que en el mismo período de 2017.

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