Recuerdo una viñeta en la que aparecía un niño jugando en un parque junto a un árbol protegido por una cerca. En la viñeta siguiente ... el árbol estaba libre de vallas y el que jugaba dentro de un cercado era el niño. Viene esto a cuento de ese vídeo canario en el que un nieto descubre en una fiesta que podría ser el culpable de la inminente muerte de su abuela... ¿Qué tendrá que ver una cosa con otra?, se preguntarán. Pues tiene. O como diría el gran Hilario López Millán: «Esto te lo ligo yo ahora mismo con lo siguiente». Porque a ese vídeo podría sucederle otro en el que la abuela logra salvar su vida por la vía de no abrirle al nieto cuando este va de visita. ¿A quién hay que proteger: al niño del árbol o al árbol del niño? ¿A quién hay que confinar: al nieto asintomático o la abuela que es de riesgo?
Decir que a la abuela tiene hoy muy mala prensa. Pero es la terca hipocresía de siempre. En Italia lo han planteado y se les han lanzado a la yugular. En Suecia, que son más listos, lo han puesto en marcha revistiéndolo de corrección política.
Casi el 85% de las muertes por Covid registradas en España desde mayo corresponden a personas de más de 70 años... En lugar de dejarles sin viajes del Imserso, ¿no les podrían (si ellos aceptan) prolongar las vacaciones y convertir esos destinos en lugares libres de coronavirus hasta que esté controlada la pandemia? Y que el resto se dedique a levantar la maltrecha economía. Habría menos ingresos y las UCI no colapsarían. Pero aquí todo lo que no sea café o confinamiento para todos suena a discriminación, cuando el primero en discriminar (por edad) es el virus.
Simón, los infecciosos son los nietos, no las enfermeras. Y los yayos deberían protegerse. Tal vez imitando a Isabel Pantoja que como abuela, según su hijo, «no existe».
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