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La pareja, en una fotografía previa a su ruptura junto a su hija Daniella. INSTAGRAM

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Jueves, 22 de marzo 2018, 01:09

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Hace más de un año que dejó de funcionar y quedó descontrolada, a la deriva... Desde entonces, solo cabía esperar que la cosa cayera por su propio peso. Y a fecha de hoy todavía no se pueden calcular los daños que llegará a causar el impacto... No. No estoy hablando de la inminente caída de la estación espacial china (que también podría ser). Hablo de la relación de Paula Echevarría y David Bustamante, un artefacto rutilante y sideral que tras un largo periodo orbitando en el firmamento de la fama ha estallado en mil pedazos. Hace apenas dos años, las probabilidades de que la pareja oficialmente perfecta se separara se nos antojaban tan remotas como que una porción del fuselaje de la ‘Tiangong-1’ nos pueda llegar a impactar en la cabeza... Sin embargo, visto lo visto, entre el 30 de marzo y el 6 de abril, fechas previstas para la colisión, tal vez convenga salir a la calle con casco.

Si, como suelen decir, el éxito tiene muchos padres y el fracaso es huérfano, con el amor y el desamor pasa algo parecido. Mientras estuvieron enamorados, los ‘Busta’ nos empacharon con un despliegue de empalagosos mensajes reiterativos de su felicidad conyugal. Toda explicación era poca. Ahora sin embargo despachan su ruptura con un escueto comunicado frío como el hielo. Y se echa de menos el correspondiente selfi, la purpurina y los corazoncitos (aunque sean rotos), que eran marca de la casa... Hoy los antaño cercanos Paula y David han mutado en dos distantes don David y doña Paula. Y si antes nos invitaron a entrar en su vida sin llamar a la puerta, ahora nos piden que salgamos de ella, cerremos de golpe y no volvamos a asomarnos.

Por supuesto están en su derecho (solo faltaba). Pero supongo que habrán entendido por qué otras parejas famosas son un poco más prudentes a la hora de publicitar una relación de anuncio que luego quizá se tengan que comer con patatas... Porque los anuncios mienten y en la vida real lo impensable también ocurre. Hasta el cauto Carlos de Inglaterra, que viaja con su cama y su papel higiénico, está expuesto a lo imprevisto. Por eso, sobre el amor, la felicidad, o la suerte de que aún no nos haya caído un trozo de nave espacial, conviene contestar con la socorrida expresión anglosajona del ‘So far, so good’... ‘Por ahora, bien’.

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