El reguetón y electro latino de Bad Gyal sonó deslucido

Alba Farelo –su nombre real– ha congregado al público más numeroso de la jornada, ya sin lluvia y con la gente con muchas ganas de fiesta y de darlo todo para rematar por todo lo alto una noche accidentada por las adversidades climáticas. No ha sido sin embargo un concierto para el recuerdo, con una actuación lastrada por los sonidos enlatados –solo la voz principal sonaba en directo– y una propuesta escénica un tanto pobre para ser cabeza de cartel de un festival como el BBK Live.

En ese sentido, todas las bases musicales –e incluso las voces secundarias– eran programadas y el show ha sido mayormente de carácter visual, con bailarinas y bailarines en escena que han acompañado en las coreografías a Bad Gyal en una suerte de recreación de una discoteca de los años 2000, cuando despuntaba el reguetón.

Y es que, musicalmente hablando, el repertorio –de unas 35 canciones breves que ha ventilado en poco más de una hora– se ha ceñido mayormente al reguetón y al electro latino, con letras sexuales explícitas y empoderamiento como puntos fuertes del repertorio. Pese a lo irregular del concierto, es un hecho que algo tienen las canciones de Bad Gyal que atraen al público masivo e incitan al baile.

Así ha sido en Kobetamendi, donde el público ha disfrutado y se ha marcado una buena fiesta desde el primer tema de la noche, 'Bota niña'. Y eso que la actitud fría y un tanto hierática de la artista catalana no animaba demasiado al desfase, pero sí lo han hecho las canciones en sí, destacando algunos momentos álgidos como el reguetón añejo en 'Da Me' o el electro latino en 'Duro de verdad parte 2'.

En cualquier caso, unos temas y una propuesta muy a la zaga de otras estrellas del género urbano como Bad Bunny, C. Tangana o los propios Ca7triel & Paco Amoroso que reventaron el escenario secundario en la primera jornada del festival con una propuesta de calidad excelsa.

Lo de Bad Gyal es más de sota, caballo, rey y sin pretender innovar o sorprender demasiado, limitada por su escasa voz –pese a la inestimable ayuda del autotune–. Se le ha visto con el piloto automático en la mitad de la actuación –flojita la evocación a la turistificada y manida Santorini en 'Comernos'– y ha mejorado la cosa en la parte final del concierto, con un intenso 'Flow 2000' y el coreadísimo 'Chulo', su hit más redondo y rememorable.

Después de 35 canciones, se ha despedido con 'Fiebre' y ha agradecido su entrega a los asistentes: «Teneís la mejor energía y sois un gran público».