Primer asalto entre los villanos
El espacio del festival con las propuestas más atrevidas y excéntricas agita al público entre bolo y bolo con lucha libre mexicana
«¿Queréis ver sangre? Pues os vais a enterar de lo que es el chile». Lo jaleaba frente al cuadrilátero Jalapeño López. Entre el público ... había quien recordaba cómo ese mismo personaje enmascarado, de calzón prieto, y uno de los más lánguidos, se proclamó vencedor hace dos años de uno de los combates de la lucha libre mexicana. Este atractivo extramusical, de 'Lucha extrema' vuelve al Azkena en el escenario Rat Hole de Trashville, donde se reúnen las propuestas más extravangantes del festival.
«No te asustes. Hacen como se pegan», le explicaba Chus a sus hijos Antón y Julieta, de 11 años, que contemplaban boquiabiertos como caían sobre la lona, cómo sonaban los primeros golpes de la tarde en Mendizabala. Sin golpe de campana. De hecho, el árbitro contaba más bien poco.
Las fotos de los combates
Para las familias con niños pequeño la cita abarca una batalla más relevante. «Cuando llega una edad es difícil que escuchen rock porque en casi todo su entorno suena reggaeton», señalaba Chus, vitoriana habitual del festival. «Hay conciertos que se le hacen más largos (a los niños). El año pasado disfrutaron sobre todo con Berri Txarrak». Hace unos años disfrutaron con Eagles of Death Metal. «Les gustó mucho», señala acerca del concierto que tuvo lugar hace un lustro. El carismático Jesse Hughes se metió en el bolsillo al público con su desparpajo y complicidad desde el primer acorde.
No fue así en los primeros asaltos de lucha libre que han tenido lugar este viernes a partir de las seis y media de la tarde. Curiosamente en el primer combate la temática se alejó del mundo azteca. A un lado del cuadrilátero, «los tres sevillanos del rebujito». Al otro «Euskadi», se anunciaba por la megafonía. El tambaleo y el gesto impostado de esos luchadores no acabó de convencer. La cara de sorpresa de los más pequeños contrastaba con otro efecto, que en algo habían influido ya las cervezas, y era la carcajada y el jadeo del público. «¡Muerte, muerte!», se escuchaba. Nada serio.
«Es una performance»
A ras de lona forcejeando y entre patadas voladoras, el despliegue técnico y ese gesto de locura comenzó a ser más contagioso en la segunda sesión de lucha extrema, a las 20.30 y a las 23.30 horas. Cada guerrero hace su show en esta parte del programa que se repite este sábado y sirve para desconectar de los conciertos de los tres grandes escenarios (God, Respect y Love). El público lo reconoce. «Es una manera de desconectar, una performance», cuenta Carlos, venido desde Canarias por quinto año atraído por Stray Cats. «Hay hostias que duele escucharlas», apostillaban entre su cuadrilla, todos vestidos de negro. Por momentos el ambiente parece el de una disputa de taberna a altas horas de la noche y el calor en este espacio cubierto que simula una carpa de circo se hace notar.
De lo que no cabe duda es de que ver esa actuación sirve al público, paradójicamente, para echarse unas risas. «Se le ve la hucha», bromeaba en voz alta el público mientras en el ring se retaban 'El matador español', vestido de torero, y 'Françoise, el francés'.
Donde no hay fronteras definidas es en el programa Trashville. Las dos carpas de madera (Trash A Go-Go! y Rat Hole) de este programa excéntrico que siempre busca sorprender, tienen algo de juego de máscaras y también están reservadas para las sesiones de deejays. Lo mismo sirve para alargar juerga que para desconectar de los directos. El año pasado uno de los protagonistas fue el irreverente The Yelling Kitchen, quien cocinaba una tortitas estampándose huevos en la frente al mismo tiempo que conseguía que sonaran ritmicamente los utensilios de su cocina. Algo de esa locura tuvo también la actuación a principios de siglo de los Dwarves, cuyo guitarrista salió al escenario con una máscara y unas zapatillas.
El lado más salvaje
El acento mexicano de los combates también se coló en el escenario Trash a go-go! Fue pasadas las diez de la noche con el grupo gallego Duques de Monterrey. A ritmo de ranchera cantaron historias de narcos en las que Villanueva de Arousa, ciudad literaria por Valle-Inclán y Camba, aparece casi como una especie de zona peligrosa y fronteriza con Estados Unidos.
Otros estribillos, de desamor, tronaron de la batería Viva Valla y las cuerdas de Stu Black, quienes forman The Cheatin Hearts. Vestidos como si llevaran tres días de boda, pasaron por las tablas de este recinto que cada año convence. «Es el escenario más sudoroso», comentaban Marina y Ana, de Madrid, que acuden por quinto año al «único festival en el que siempre se descubren grupos nuevos». Pasó también por ese escenario el hombre orquesta Dollar Bill con apariencia ruda y veteranía. Y Blind Rage & Violence con pasamontañas aporrearon sus instrumentos en la primera noche de máscaras.
Fue en el primer asalto de un Azkena que vuelve a entretener en su lado más salvaje, aunque la sangre no llegó al ring. Y si se puede buscar un simil musical a la propuesta de la lucha libre sin duda está más cercana a un punk de gimnastas que a un bolero mexicano.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión