¿Cuándo fue la última vez que miraste la vida con los ojos de un niño?

Asombrarse es necesario a nivel físico, emocional e intelectual pero para hacerlo hay que volver a «experimentar las cosas de manera directa, con pausa e inocencia»

Laura A. Izaguirre

Domingo, 20 de julio 2025, 20:04

¿Hace cuánto que no te paras a dejarte maravillar por un atardecer? ¿Cuándo fue la última vez que te detuviste a mirar el vuelo de una mariposa? A pesar de que puedan parecer preguntas ñoñas son cuestiones que hay que pararse a pensar por los beneficios que aportan a nuestra salud física y mental las emociones que generan. Porque todos nacemos abiertos a la sorpresa, pero nuestra capacidad de fascinarnos ante lo nuevo se va atrofiando a medida que crecemos, como si se nos fuera acabando el 'depósito de asombro', pero nadie nos enseña cómo y dónde 'repostar'.

En 'Crecer en el asombro' (Plataforma Editorial, 2025) el profesor y doctor en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada Miguel Salas invita a reeducarnos en ella para volver a conectar con la belleza y el misterio del mundo. «Uno de los fundamentos del asombro es que hay que experimentar las cosas de manera directa, con pausa, con apertura de miras y con una cosa que estamos perdiendo muy rápido, la inocencia», admite el autor.

Miguel Salas, profesor y doctor en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada y autor de 'Crecer en el asombro'. Roberto Carrillo

- ¿Qué es eso del asombro y por qué tiene que estar presente en nuestra vida?

Es una emoción difícil de definir porque toca otras muchas emociones y al mismo tiempo tiene unas características muy concretas. Es una emoción estética porque tiene que ver con la contemplación de la belleza o la grandeza; es epistemológica, es decir, está relacionada de manera muy directa con el conocimiento y el aprendizaje; y es una emoción que de algún modo dota de sentido, porque muchas veces cuando las personas se asombran se dan cuenta de que tienen que cambiar o reestructurar ciertas cosas en su vida. Dacher Keltner y Jonathan Haidt, dos de los principales estudiosos del asombro, dicen que de alguna manera provoca una ruptura en nuestras expectativas que nos hace pensar en nosotros mismos y en nuestra vida y que modifiquemos hábitos. Y, por último, si acudimos a la etimología, la palabra 'asombro' viene de una combinación de dos preposiciones del latín, que es 'ad sub umbra', 'sacar de la sombra', es decir, cuando algo se aparece ante nosotros en la plenitud de su esencia, de su naturaleza. Y esto puede pasar con algo nuevo que vemos por primera vez, pero también puede suceder con algo perfectamente cotidiano que tenemos 'gastado' por la rutina y de pronto se aparece ante nosotros y te maravilla.

- ¿Qué beneficios tiene a nivel mental, físico e intelectual?

El asombro es antiinflamatorio y reduce el cortisol, es antiestrés, por ejemplo. También tiene consecuencias psicológicas positivas: produce reposo, paz y alimenta la necesidad de caminar la vida de una manera tranquila, de volver a la naturaleza, al arte, a momentos para nosotros mismos y para nuestros seres queridos, de vivir despacio… Además tiene beneficios sociales porque hace que seamos más generosos con nuestro tiempo, que nos detengamos más a escuchar a los demás, que estemos más dispuestos a echarles una mano y que nos sintamos parte de una comunidad. Y también hay un asombro científico e incluso espiritual que nos habla de cómo la contemplación serena y pausada de la realidad nos lleva a darnos cuenta de que somos parte de algo más grande que nosotros. Por ejemplo, cuando Einstein descubrió la brújula se dio cuenta de que hay unas leyes inquebrantables, físicas y superiores que tienen que ver con un universo infinito y sobreviene el asombro ante esa inmensidad perfectamente regulada y estructurada por reglas.

- De hecho, a lo largo del libro comentas varias veces que el asombro es origen de gran parte de la cultura humana y del conocimiento...

Sí, Platón y Aristóteles decían el asombro es la madre del conocimiento. Es verdad que cuando uno se asombra, tiende a querer conocer más aquello que le ha asombrado. Que es curioso porque también está muy relacionado con el amor porque es muy frecuente que aquello que amamos nos asombre, pero también que aquello que nos ha asombrado termine por ser parte fundamental de nuestra vida porque queremos conocer más.

Ralentizar y contemplar

- ¿Por qué vamos perdiendo esa capacidad de asombro a medida que crecemos?

Es uno de los grandes misterios. Los estudios dicen que nos asombramos mucho más mientras somos niños, se va perdiendo la adolescencia, y volvemos a recuperarlo cuando somos ya ancianos. Es decir, parece que es el periodo de la vida en el que tenemos ya menos responsabilidades y estrés desde el punto de vista laboral o familiar hace que tengamos más tiempo para contemplar, y eso produce el asombro. El problema es que yo no puedo sentarme un día en un banco y decir «voy a concentrarme en asombrarme» sino que necesita una predisposición que, a su vez, tiene unos requerimientos. Es decir, tenemos que caminar despacio, contemplando y utilizando todos los sentidos en estar presentes. Y eso es algo que, por desgracia, desaparece de nuestras vidas muy pronto porque hay una serie de 'velos' que se nos van imponiendo: el de la rutina, que es muy sana y nos estructura mucho, pero que nos puede volver inflexibles y eso es terrible para el asombro; el del ritmo frenético de la vida moderna y la forma tan superficial y fragmentada en la que nos enfrentamos actualmente al mundo a través de los dispositivos electrónicos, con los que estamos siempre recibiendo estímulos rapidísimos y que nos impiden profundizar; o la soberbia intelectual, que es muy propia de nuestra era también y que hace que parezca que lo sabemos todo y que en nuestras vidas no hay espacio para el misterio...

- Estamos hablando de la vida acelerada, de las pantallas, de las redes... ¿es ahora más difícil que hace 20 años asombrarse?

Sí, sí, completamente, de la misma forma que tenemos menos capacidad de concentración. El asombro es una huella que queda en el alma y que hace que nuestra vida se transforme, y vivir las cosas a través de una pantalla es vivirlas de manera indirecta, vicaria. Uno de los fundamentos del asombro es que hay que experimentar las cosas de manera directa, con pausa, con apertura de miras y con una cosa que estamos perdiendo muy rápido, la inocencia. Una de las claves fundamentales de que los niños asombren tanto es que son inocentes y de repente ven un saltamontes y les parece una cosa fascinante y maravillosa , pero esa inocencia la perdemos y estamos tan acostumbrados a la saturación de los estímulos superficiales y a ver cosas maravillosas a través de la pantalla, de forma rápida y sin abrirnos a ellas, que nos impide experimentar la vida de manera directa y en toda su plenitud.

- Aseguras en el libro que el «asombro permanece en todo momento fuera de control» . Entonces… ¿Podemos hacer algo para recuperarlo?

Sí, yo creo que sí. Todas las tradiciones espirituales y las escuelas psicológicas más modernas hablan de recuperar el reposo y la apertura al mundo para vivir de manera más plena en el presente. Hay una serie de prácticas para conseguirlo, que son difíciles de poner en funcionamiento en este mundo pero que se consiguen con propósito. Es decir, si uno de verdad quiere llevar una vida más sana en ese sentido basta con vivir de manera más lenta, con elegir de forma consciente (y no compulsiva) a qué dedicamos nuestra atención. Yo antes me sentaba en un autobús y sacaba un libro o miraba por la ventana porque me apetecía, ahora saco el móvil y entro en el círculo de abrir una red social, ver que no tengo mensajes, pasar a la siguiente, ver que no tengo mensajes, pasar a la siguiente, engancharme a los vídeos... Hay que saber que el tiempo es limitado, pensar en que nos quedan cuatro o cinco telediarios y hay que usarlos bien, y decidir a qué y a quién dedicamos nuestra atención. Por ejemplo, podemos hacer meditación, oración, recuperar nuestro contacto con la naturaleza, hacer una actividad que nos absorba como la lectura, la cerámica, la caligrafía... en fin, intentar vivir la vida de manera directa a través de prácticas de calma que absorban nuestra atención de verdad, no como hacen los móviles, de forma fracturada y disgregada. Y tener un diario de gratitud y de asombro: sentarse 15 minutos antes de dormir y hacer un repaso de las cosas que me han conmovido o por las que tengo que estar agradecido. Otra de las cosas que asombra mucho es la virtud humana, es decir, personas que se esfuerzan y se sacrifican por los demás, así que vamos a buscar ejemplos de esa virtud en las personas. Y si pese a todas estas 'medidas' el asombro no llega, tendremos una vida mejor porque son cosas que nos van a hacer más conscientes y felices.

- ¿Y cómo se puede transmitir esa predisposición al asombro, sobre todo teniendo en cuenta que somos los mayores quienes precisamente lo vamos perdiendo?

Lo maravilloso es que es un espejo entre un adulto y un niño. Eso dice Rachel Carson, que es la primera persona que escribió sobre el asombro en el siglo XX. Y ella dice que en el asombro siempre hay una relación entre un adulto y un niño (un papá, una mamá, un profesor, un tío… y un alumno, un sobrino, un hijo…) que nos devuelven esa inocencia maravillosa, nos alimentan con ella y nos hacen volver a ver el mundo como si fuera algo nuevo. Mientras tanto, nosotros somos capaces de ordenar sus preguntas, de dar un poco más de información para que su curiosidad no muera, de darles la libertad necesaria para que ellos experimenten y pregunten, y a la vez ponerles esos límites que supone la reflexión y el diálogo con un adulto. Hay una relación muy bonita de simbiosis: ellos nos dan esa inocencia y esa pureza de la mirada, y nosotros les damos la estructura racional y la capacidad de seguir investigando y, sobre todo, nuestro apoyo.

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