«Los hijos únicos tienen que aprender a ser más independientes que el resto»

La psicóloga Paula Coello Rubio revela las claves sobre la crianza cuando no hay hermanos

N.A.

Martes, 16 de septiembre 2025

Tener solo un hijo puede ser una odisea, tanto para los progenitores como para el pequeño. Muchas veces, los hermanos mayores pueden ser un referente o, simplemente, compañía que ayuda a desarrollar mejor las habilidades sociales. Pero, ¿cómo podemos conseguir que el hijo único pueda crecer sin dificultades o aprenda valores como el de la generosidad? La clave está, como siempre, en equilibrar la balanza: debemos empujar al pequeño a interactuar con otros, y hacer un esfuerzo extra para que siempre se sientan acompañados. Sin embargo, no debemos sobreprotegerlos sin control, porque esto podría desencadenar dependencias mutuas entre padres e hijos.

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Paula Coello, psicóloga colegiada en el Colegio de Psicólogos de Bizkaia, ha trabajado como psicoterapeuta de familia por varios años. A lo largo de su trayectoria profesional se ha especializado en inteligencia emocional y en psicoterapia de infancia y adolescencia.

¿Son más sobreprotectores los padres de un hijo único?

Creo que hay varios factores. Esa sobreprotección por parte de los padres puede ser en consecuencia de otros problemas, como la fertilidad. Esa insistencia, a posteriori, es capaz de generar expectativas que después, en la crianza, pueden ser reflejadas en forma de sobreprotección.

¿Hasta qué punto dicha sobreprotección puede acabar generando una dependencia de los hijos hacia los padres?

Está demostrado que los vínculos tienden a ser incluso más estrechos cuando se tienen hijos únicos. Estos son tanto para bien, como para mal: generan una potencial dependencia mutua. Por un lado, se tiene mayor intimidad, porque la atención está focalizada en una sola persona. Pero de la misma forma, puede acarrear el no aprender a compartir, o el dar por hecho lo que se tiene… Y las expectativas son mutuas. Después, a la hora de la emancipación o de incluir un tercero en la relación se podrían tener mayores dificultades.

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¿Qué errores suelen cometer los progenitores en la crianza de hijos?

A veces, los padres pueden querer proyectar lo que no han podido conseguir. A lo mejor, no han tenido la posibilidad de estudiar, y por eso son muy exigentes con sus retoños. Tal vez, sean padres poco experimentados, sin mucha capacidad de introspección. Las cosas pueden salir mal, ya sea en tema de estudios o en un matrimonio. También sucede que, simplemente, uno se centra más en sí mismo, más que en formar una familia… Otros, puede que hayan tenido que lidiar con progenitores muy exigentes o muy decisivos. Eso antes estaba más de moda o más arraigado: aquellos que han tenido una relación ambiguacon sus propios padres pueden repetir ese patrón. O lo contrario: que se vayan al otro extremo.

En ocasiones se organizan agendas interminables para los menores. El hecho de que estén constantemente ocupados, ¿resulta beneficioso?

Debe buscarse ese equilibrio: darles la oportunidad para que puedan desarrollar hobbies pero también instarles a aprovechar el tiempo.

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Y en cuanto a los planes abundantes en familia, ¿se podrían estar limitando las interacciones sociales del hijo único con los niños de su edad?

Depende de algunos factores. Por ejemplo, los primos que se puedan tener, o las habilidades sociales que tenga la propia familia. Además, no es lo mismo estar siempre con los amigos de tus padres que no tienen hijos a estar con aquellos que tienen hijos más o menos de la edad. Hay momentos en los que esos padres se pueden adaptar y entender que si tienen un hijo le tienen que llevar al parque. Aunque a ellos no les apetezcaestar sentados en el banco mirando cómo juega, la interacción social, para el niño, es importante. Independientemente de que sean únicos o no, hay que adaptarse, y una vez se es padre o madre, los planes deben cambiar. El sábado, no les apetecerá llevarle al cumpleaños de los amigos, pero esto es importante para él. Se ha de encontrar el equilibrio: no vivir exclusivamente dependiendo de los planes infantiles, pero tampoco dejarlos de lado, claro.

El tiempo en casa suele estar vinculado a la compañía fraternal, ¿puede esto resultar más tedioso para los padres de un solo hijo?

Puede ser más difícil lidiar con un solo niño que con dos. Llega un punto en el que el mayor se puede hacer cargo del pequeño; si se está en casa y se tiene un hermano, se tiende a jugar más con él. Sin embargo, si el hijo está solo, requiere que los padres jueguen y le presten atención. Esto puede ser muy positivo a la hora de formar un vínculo, pero claro, entiendo que a lo mejor esos padres vienen de trabajar y no les apetece ir al parque y jugar con su hijo. Aun así, está bien que tenga otros estímulos, y que pueda desarrollar cualidades.

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Por lo general, ¿les cuesta más desarrollar relaciones interpersonales?

Tienen que aprender a ser más independientes que el resto del mundo. Una persona con un hermano empieza a relacionarse con un igual antes. Otra que no tiene tendrá que buscar solo esa independencia, esas habilidades sociales. Y sus padres deberán cerciorarse de que tengan un espacio donde sean escuchados, atendidos, mirados… Al final, van a tener más tiempo para hacerles caso que si la atención va dividida entre dos o más niños.

¿Es mejor sobreprotegerlos que dejarles a sus anchas?

Ese miedo que pueden tener los padres a que pase algo, les hace poner normas y estar más encima. No es del todo malo, tampoco. Pero hasta cierto punto.

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¿Hay mitos acerca de esta crianza que debamos desterrar?

A nivel popular se tiende a decir que son más consentidos. Esto se puede tomar con connotación negativa, pero también es positivo, en parte. Se puede interpretar este principio como que ser consentido es que te den todo, que no te pongan límites. Hablamos en términos generales, pero cuando se tiene un hermano, sí o sí se debe compartir y entender dicha frustración. Si no se desarrolla esa tolerancia, no se empieza con las mismas bases que una persona criada en una casa donde no se es siempre al que le toca, o no se empieza la partida siempre, o se es quien manda... No creo que esto sea porque están malcriados, sino por esa 'tardía' tolerancia a la frustración. La parte de la negociación, de la resolución de conflictos... Todo ello puede estar ligado a los vínculos que se establecen desde edades más tempranas.

¿Cuáles serían las claves para que estos niños acepten el «no» por respuesta?

No debemos olvidar sus límites, ya que creo que hay mucha dificultad en ello. Antes era el castigo y ahora todo vale. En tal instancia, hay que enfrentarse. Es una cuestión de encontrar la balanza entre los límites y el afecto y creo que al final, es extrapolable a todo tipo de familias.

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El tema de ser niños consentidos me parece un espectro muy amplio, es decir, ¿qué es ser un niño consentido? ¿Que te compren más juguetes? Lo que sí que creo es que la falta de las normas es una de las mayores problemáticas que veo a día de hoy en consulta.

Normalmente, los hijos únicos tienen más juguetes.

Es cierto que se puede tender más a esa compensación. Los planes de esos padres giran en torno a que el niño no se aburra. Al final, parece que su vida gira exclusivamente en torno a ambientes de infancia.

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Aunque creo que depende completamente del caso. Para otros, su manera de consentir es, por ejemplo, decir «pues toma la tablet…» A los niños, eso les encanta, pero a mí no me parece algo que sea bueno.

¿Puede ser duro para los padres poner límites?

Basándome en lo que veo en consultas, opino que estamos en un momento en la vida donde todo está bien. Que un «no» por respuesta es fatal. Hay que buscar el equilibrio entre promover la autonomía y poner ciertos límites.

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Yo siempre pongo el mismo ejemplo: «si quieres meter el dedo en el enchufe, te voy a decir que no, y me da igual la rabieta que te cojas». A que estén cuatro horas con la tablet, nos cuesta más decir que no. A que al acercarse la noche, en vez de salchichas coman pescado...

Nos cuesta más estar ahí, y entender que esto requiere tiempo y constancia. Entiendo que no sea nuestro momento, ahí está esa dificultad para negarse. O la culpabilidad, por todo lo que cuesta el llegar a ser padre o madre. Y al conseguirlo, decir: «pero, ¿cómo le voy a decir que no? Se va a poner a llorar, va a pasarlo mal y no quiero verle llorar, porque eso me supera». Pero el saber decir que no, por su propio bien, así como la supervisión continua son totalmente necesarios para el desarrollo adecuado del niño o niña.

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