Muere Juan Ignacio Lorente, líder de la expedición vasca que holló el Everest en 1980
obituario ·
Fallece a los 82 años el histórico montañero y oftalmólogo vitorianoFue el 14 de mayo de 1980, cuando justo daban las 15.30 horas. En ese momento, la expedición formada por doce montañeros vascos holló ... la cumbre del Everest. Aquel grupo de pioneros estaba encabezado por él, por el líder, por Juan Ignacio Lorente, un hombre con una capacidad innata para mirar a lo lejos y muy, pero que muy arriba. Prestigiosísimo oftalmológo vitoriano, no había objetivo en la vida que se le antojara borroso. Ayer sus ojos se cerraron para siempre a los 82 años.
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Sus tratados de oftalmología explicaban con todo detalle que llorar es un acto puramente fisiológico, que el llanto se produce en la glándula lagrimal, situada en la parte superior externa de la órbita del ojo. Pero todos los que hoy lloran la muerte de Juan Ignacio saben que, en realidad y por mucho que digan los manuales, las lágrimas nacen del corazón. Él, hijo del conocido ofltalmólogo Marcelo Lorente, deja un hondo vacío en la medicina alavesa: en su consulta de la plaza de Los Fueros ha tratado la visión de varias generaciones de vitorianos.
Pero, ante todo, su muerte supone una dura pérdida para el mundo del montañismo, su gran pasión. El 13 de febrero de 1974 subió por primera vez al Everest dentro de la expedición 'Tximist'. Se quedaron a escasos 350 metros de la cima. Pero ni él ni aquel equipo se amilanó. Seis años después consiguieron su objetivo, enfocados por la nítida visión de Juan Ignacio.
La del Everest no fue la única gesta del histórico montañero vasco. Solo un año después, en agosto de 1981, formó parte de ese grupo de corajudos alaveses que la prensa peruana de la época bautizó como los 'Héroes del Ticlio'. En poco más de once horas alcanzó el puerto de montaña más duro del mundo, de 4.880 metros. Y en 1990, Lorente intentó alcanzar el Cho Oyu por la vertiente tibetana. No lo consiguió. Sufrió mal de altura y tuvo que hacer la maleta sin poder intentarlo.
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Y, a pesar de todo, a pesar de haber atesorado tantísimos momentos heroicos, Juan Ignacio Lorente, jamás presumió, jamás fanfarroneó de batallitas montañeras. De natural discreto y sencillo, él se mantuvo en una espectacular forma física en todos estos últimos años y practicó sus otras grandes pasiones: el esquí y el golf. Aunque sus ojos siempre miraban allá arriba, hacia el techo del mundo.
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